miércoles, julio 11

confessions of a torta eater


Esta mañana terminábamos de almorzar y aún indecisos sobre ir al sureste o no, esperábamos una señal divina que nos acabara por convencer de no ir (que el birlo no le quedó al coche, que no hicieron un último depósito bancario o algo así). En eso sonó el teléfono para dejarnos de estupideces: mi tío José (quien en realidad es mi medio primo) llamaba para avisarnos que el asma de mi abuelo empeoró y que estaba internado en el hospital desde ayer. Es así que son las 3am y en un par de horas estaré viajando a tierras húmedas y calientes del sur. Recién ayer terminé por fin de desempacar y ahora empaco otra vez para irnos unos días a ver a los abuelos y a toda esa familia que dejo de ver por años y que nos desconocemos mutuamente. La prioridad es ver a mi abuelo, pero quiero aprovechar para ver a mi abuelastro, el segundo esposo de mi abuela la estrafalaria; quiero también comer pulpa de mazorca de cacao, que es temporada y para mí es exquisita; muero por comer una gruesa de maíz untada con nata y mantequilla fresca, y tener de postre un heladito de leche bronca con canela y azúcar. Es un viaje que quiero hacer pero me pesa que no vaya mi hermano y que mis tiempos se agotan a gran velocidad.

En la noche llamé a mi muy querida Rose para despedirnos temporalmente y me invitó a acompañarla a un partido de basketball de su novio para platicar un rato. Hacía por lo menos un par de años que no me paraba por una cancha y lo disfruté bastante, me gusta mucho ver el basket en vivo. Después del juego nos fuímos a cenar tortas y es por eso que escribo ahorita.

Para quienes no lo sepan, acá en Tampico hay una creación culinaria bastante exclusiva: la torta de la barda. Se llama así porque una señora se iba a vender tortas afuera de la estación de ferrocarril hace muchos años y justo se ponía junto al muro que bardea la explanada de la estación. Resultan ser tan buenas estas tortas que se hicieron famosas rapidísimo y son típicas de la zona. La combinación en principio no suena muy atractiva, pero tiene su encanto: un bolillo (que en Tampico se le dice pan francés) embarrado de frijoles negros refritos, queso fresci molido, un poco de carne deshebrada, queso amarillo, jamón, queso de puerco, chorizo, cebolla, tomate (oh pues, jitomate), aguacate y una salsa verde bien picosa con chicharrón. Una bomba, sí, lo sé. En mis 25 años de existencia en la vida había siquiera probado una torta de estas, una vergüenza, pero en mi familia nadie las come y a mí nunca se me antojó. Ya desde hace tiempo quería probar una, nomás por no dejar, y fue divertido ir con Rose... ella ni siquiera es originaria de aquí y es la que a veces me muestra muchas cosas, por eso la quiero tanto. Les pongo unas fotitos para que se entretengan. Me tengo que ir porque aún tengo cosas por empacar.

1. Acercamiento a la torta, reconociendo el terreno. Los conocedores dicen que es mejor pedir la salsa aparte para dosificarla mejor.

2. Un par de acercamientos más, los cuales también nos muestran cómo acomodarse para tomar eficazmente el alimento evitando derrames lamentables.


3. Ahora sí, a zampársela. Carlos le entra a la torta con gusto, Karina se acerca desconfiada pero igual le mete el diente con entusiasmo.

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nos vemos prontito, besos mientras ;)

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