jueves, julio 30

Mi apellido se escribe con V y agradezco que se tenga en cuenta.
No exagero cuando digo que eso me ha generado muchos problemas burocráticos, aunados a las maravillas de las largas largas esperas por trabas de oficina.

viernes, julio 24

la una

Es casi la una y estoy despierta en mi vigilia de todos los viernes (aunque en estricto sentido esto ya cuenta como sábado), la única desvelada que vale la pena en toda la semana. Andrés no debe tardar en llegar. Hoy nadie pudo ir por él así que tiene que venirse en taxi; en solidaridad (y como una forma de paliar mi sentimiento de culpa porque aún no logro vencer mi pánico ante el volante de un coche) soy la única en casa esperando su regreso. Me educaron con un sentido muy alto de la atención a los demás, especialmente al hombre de la casa, así que estoy al pendiente de que llegue mi padre para asegurarme de que deje la ropa sucia en el bote de abajo, darle agua y ofrecerle de cenar, así como pasarle el reporte de las últimas novedades, esa manía muy de Andrés de asegurarse que todo está bajo control antes de irse a la cama sabiendo sus pendientes del día siguiente. Espero con ansiedad su llegada y pienso en la relatividad del tiempo, una casi obsesión mía. Convivo de manera cercana con mi padre alrededor de un mes al año, quizá menos; paso cinco meses seguidos sin verlo y sin inmutarme, pero un sólo fin de semana que no pueda venir cuando yo estoy aquí se me hace eterno y siento que hay algo vital en toda la dinámica familiar que no encaja con su ausencia.
Es la una de la mañana ya y prefiero terminar de leer esa larga novela que me parece tan mala antes de ponerme a trabajar. Recién reparé en que el Taller de Jóvenes Exploradores será dentro de dos semanas más y que debo preparar la presentación y practicar. Mi madre me pregunta qué demonios hago con la luz prendida hasta las tantas de la madrugada si es que no estoy trabajando y sólo respondo "leyendo", porque me parece demasiado complicado explicarle que me entra el síndrome de Peter Pan y que de paso me aterra enterarme que esta vez expondré sola durante una hora más preguntas y respuestas y que siempre que empiezo a pensar en compartir mi trabajo a los demás una parte de mí se llena de inseguridad y se paraliza de tan sólo imaginarse que alguien vaya a llegar a decirle que sus datos están mal, que sus supuestos son débiles, que su metodología apesta, que sus conclusiones son erradas. El proceso de convertir esa parte insegura en mi mayor autocrítica para mejorar mi trabajo no deja de ser lento y doloroso.
Es la una y diez y entra un aire fresco por la ventana mientras observo las nubes moverse con rapidez, un fenómeno que me fascina. Quisiera que lloviese ahora para acompañar el olor de la tierra mojada con el de las gardenias que adornan mi escritorio. Me gusta el silencio accidentado de la madrugada, mis sentidos nunca están en su fase más alerta como a estas horas.

martes, julio 21

defe

Yaaaaaaaaaaaaa
¡Por amor de dios!
De todos mis planes pendientes por culpa de decisiones, papeleos y atrasos burocráticos que ya no dependen de mí, este viaje aplazado es lo que más me pesa, sniff :(
¡Ya me cansé de esperar!
Yaaaaaaaaaaaaa
¡que ya quiero volver, caray!


*

ahora, muy tarde, me doy cuenta de que erré mi elección de carrera: debí haber estudiado medicina; sería, quizá, más útil al mundo, pero definitivamente más conveniente y, por hoy, necesaria para mi familia :|

miércoles, julio 15

lo inesperado es lo que transforma nuestras vidas

Sabía que hacía lo correcto cuando me negué a ir a leerme las cartas esta vez; lo sabía aunque no sabía porqué.
La última vez que me sentí así fue hace tiempo, en una de esas rachas en que todo parece salir a pedir de boca, en que uno se siente feliz; lo único que quería era vivir y dejarme sorprender, sin ningún tipo de predisposiciones. También, aún más tiempo atrás, había concluído que cuando uno es feliz no puede escribir; en un arrebato de frenesí incluso pensé: ya no escribo, VIVO mi poesía.
Sólo que esta vez no se trata precisamente de felicidad, pero sí de un evento que transforma vidas de maneras tan crueles como plenas e inesperadas. Yo, que siempre he vivido aferrada al pasado y tratando de planear el futuro, nunca antes me había sentido con tanta necesidad de vivir intensamente mi presente, esta hora, hoy.
Nunca me había sentido a la vez tan afortunada como desdichada; ése es uno de los grandes misterios del amor.

martes, julio 14

Mario

Mi abuelo Mario murió hace 15 años, una tarde de julio quizá tan calurosa como ésta, sólo que él estaba en un frío hospital del Bajío. Yo tenía 12 años y volví a Tampico sin él, pero estaba segura que él volvería, que estaría bien, que nada más era un mareo raro; no sabía que era el corazón, un segundo infarto. Esa tarde imperó la desorganización y fue así que mi mamá se enteró de la muerte de su padre en una de las peores maneras posibles. Ella estaba al teléfono y yo ponía atención al televisor a lado suyo. Recuerdo que sus gritos y su histeria eran tales que yo me sentía incapaz de llorar o de sentir dolor, estaba atravesada por completo por la reacción de mi mamá. Me llevé a mi hermano y a mis dos primas a una recámara mientras alguien trataba calmar a mi madre. Ahí empezamos a llorar nosotros, hasta que Sara, que entonces tenía 4 años y que estaba jugando fuera y a quien nadie le había explicado del suceso, dijo que mi abuelito estaba ya en el cielo. Qué tan cierto es esto o no, es parte de nuestros mitos personales. Mi madre no permitió que ningún menor estuviese durante el velorio, así que yo no vi a mi abuelo sino hasta horas antes de su entierro. Verlo en su ataúd me llenó de mucha paz, se veía tan tranquilo, tan guapo en traje, con ese esbozo de sonrisa tan suya que no me costaba nada imaginarlo con su sonrisa completa; era tan fácil creer que estaba dormido y que en ese momento se iba a levantar a saludar a todos. Camino a Catedral para la misa de cuerpo presente, sobre la calle Colón me pareció verlo atravesar la calle hacia la Plaza de Armas, entonces grité ¡ahí va mi abuelito! dentro del coche, pero todos estaban tan sumidos en sus propios pensamientos que nadie me prestó atención. Por años me siguió pasando eso, lo confundía en la calle y le hablaba, o estaba en el corredor de casa de mi abuelita y creía verlo venir por los framboyanes y me paraba para ayudarlo con su eterna bolsa de mandado con la que venía de trabajar, cuántas veces me detuve justo en la puerta de la entrada al descubrir que se trataba de otra persona. Yo le lloré muy poco y aún hoy de su partida lo que más me duele es que mi madre no se haya podido despedir de él. Creo que no lo extraño porque siempre lo he sentido cerca de mí. De más chica yo dejé de rezar a Dios y elevé a mi abuelo a categoría de santo, porque le rezaba a él y le pedía a él que intercediera por mí. A decir de otros miembros de la familia, no soy la única que hizo de esto una práctica personal. No recuerdo a mi abuelo siendo particularmente amoroso conmigo, pero tengo esta imagen suya de generosidad y bondad plena de su parte hacia todos los que le rodeaban. Me gusta hablar de él, recordar sus historias, sus manías, sus maneras. A mí siempre me pareció un hombre bastante guapo, extremadamente pulcro, con carácter, entereza, un sentido del humor y una caballerosidad excepcionales. Recuerdo lo orgullosa que me sentí la vez que en ese viaje uno de sus amigos dijo que por mi forma de hablar y de expresarme se notaba que era nieta suya; recuerdo con tristeza la vez que me agarré a llorar porque me di cuenta que no estaría conmigo en mis XV años para dar mi brindis y bailar conmigo. Las ausencias sistemáticas de mi padre durante mi niñez hicieron que adoptara a mi abuelo como una figura paterna en innumerables ocasiones; aunque él ha sido de esas pocas personas cuya autoridad podía temer. Mi abuelo materno y mi padre son el mayor ejemplo en mi vida de lo que significa ser un self-made man, y a veces temo que ya no haya hombres de esa calidad.


*

Un sábado de hace 15 años mi familia, amigos y compañeros, clientes y conocidos de mi abuelo y su rumbo llenamos Catedral para despedirlo. Hoy sólo estuvimos sus hijos, nietos y un par de sus nueras y llenamos la capillita del Buen Pastor. Mamá hizo arroz con leche y se armó la cooperacha para ir por leche, cocas y galletas; el café fue cortesía de la casa. Estuvimos en el corredor de toda la vida tomando el fresco, hablándonos a gritos de extremo a extremo, yo hice mis corajes de siempre por la bola de vaquetones que sólo esperan ser servidos y nunca se ofrecen a servir. Me gusta pararme en el marco de la puerta porque así puedo ver a mis primos sentados en la sala chismeando, y a mis tíos, tías, mi madre y mi abue en el corredor contándose cosas, y los chiquitos corriendo de un lado a otro y relevo a mi abuelita diciéndoles que por el jardín no se crucen. Pienso que mi abuelo nos dejó una linda familia, a pesar de todo. A las 9pm el calor sigue con ganas y las nubes nos dejan el ambiente bochornoso, los primos salen al corredor y hay gente parada y sentada unos contra otros en las sillas. Es mucho alboroto, muchas risas. Pienso que mi abuelito nos ve y se ríe, pienso que está contento de nuestros planes, que está satisfecho de que estemos todos con mi abuelita y que la hacemos carcajear. Pienso, mientras sale la ronda de comentarios quejándose de los moscos y las hormigas y la canícula, que José Carlos, que me gana en años y experiencia y a veces en corazón, estaba en lo cierto cuando decía que somos una constelación de vidas encarnadas por muchas personas distintas que tienen el mismo nombre.

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Mi abuelo, no obstante, no era perfecto y uno de sus defectos era su irremediable homofobia, al grado de que intentó, sin éxito, cambiar el número telefónico que le asignaron con terminación en 41, por ejemplo. En contrapeso a esta entrada, quiero decir que a las pelis de Almodóvar cada vez más les agarro gusto (porque encuentro sus historias bastante originales, emocionales y entretenidas, nada que ver con mi aparente Españofilia) y hasta pienso que me gustaría verlas en libro, no como guiones cinematográficos sino estructurados en cuento y novela. Pienso que Tacones lejanos sería un gran cuento (la ví hace un par de noches) y que Todo sobre mi madre sería La novela almodovariana; quién sabe, pero me gustaría.

miércoles, julio 8

vergüenza/olvido

[...] Sobre este Berlín selectivamente apologético caerá la primavera muy pronto, pero hay un lugar donde no caerá más, eso venía diciendo.
Es un lugar inencontrable en la cartografía de Berlín. No es una plaza, ni un edificio, ni son las tumbas y muertos --que ya es mucho no caer para una sola primavera--; es un espacio vacío en las conciencias, no sólo de las víctimas y de los victimarios. Es un sentido de inconclusión, de desazón que hace de cualquier alegría algo pasajero, hace que reír parezca efímero y engañoso.
[...] La primavera, aún hoy, no caerá de lleno sobre la conciencia de aquel que supo, sabe o sabrá que es posible conocer eso --la infamia, la muerte, el odio-- y seguir viviendo. [...] No hay caso fingir: todos sabían, como ahora todos sabemos. Podemos organizar desplantes de indignación moral o elaborar una explicación de por qué las inteligencias entran en pausa en determinadas circunstancias, pero no eliminaremos el hecho; esto es, sabían y sabemos y a lo que sigue. En esencia, esta capacidad de olvido es un útil mecanismo de supervivencia. Pero también es la causa por la cual la primavera no llega plenamente a un espacio de nuestras conciencias.

Mauricio Tenorio Trillo, El Urbanista, 2004

(sentimientos) A propósito de un botón.

jueves, julio 2

...

eventos: una mala noche de sueño, una mañana nauseabunda de pesadilla, un susto mutuo entre una gallina y yo
escatologías: un ave muerta siendo comida por las hormigas, un perro callejero cagando a las orillas del campo de fútbol
compañía: el señor de la tiendita sentado afuera en su silla mientras yo doy de vueltas; me pregunto si me lleva las cuentas
motivación: la circunferencia del vientre del policía que supuestamente vela por nuestra seguridad
fin de extravíos: mis estuches de colores, las viejas acuarelas y los pasteles grasos, el block de dibujo que compré porque creí perdido el otro, además apareció el viejo que nunca terminé
retos: el cubo Rubik, me hace recordar tanto las torturas de mi clase de Investigación de Operaciones, todo es un proceso de optimización dinámica con decisiones simultáneas, todo.

*

collage

paquete Benavides











mini matruska tropical 2D














tout, noir et blanc














ojos













nariz













labios color rosa princesa














sólo necesitaba 2 tamaño infantil, pero me salía más barato el paquete completo; sin saber qué carambas hacer con las dos grandotas, apliqué el juego de los espejos, al menos me sirvió para matar el tiempo