sábado, julio 28
hogar, dulce hogar
Pues héme aquí: ya tengo casa.
Dios es grande y me llenó de paciencia y de fe para no perder el ánimo e intentar arreglar las cosas y hasta ahora han salido bien.
Difícil de creer que en un solo movimiento se cumplan varios deseos que tenía desde hacía tiempo (advertencia: son deseos materiales, y no quiero ser juzgada por eso): tengo casa, vivo sola, está amueblada, tengo acceso ilimitado a internet de banda ancha y tengo servicio de cable. Suena bien. Estoy contenta. También me siento muy cansada. Estuve trajinando todo el día primero con el contrato y luego poniendo orden en casa.
El complejo de departamentos donde vivo parece bastante multicultural, pero hasta hoy me di cuenta que hay una mayoría importante de hindús y de coreanos, no big deal, just for the record. Traje las maletas a la nueva casa y en el camino en el edificio de a lado estaban amueblando el dpto de unas coreanas, eran 4 tipos cargando muebles y ninguno se ofreció siquiera a ayudarme a cargar las maletas; es más, se desesperaron porque iba bajando torpe y lentamente las escaleras... no sé, me pareció muy grosera su actitud.
En fin, en el ínter cayó una tormenta impresionante, con fuertes vientos. Aún así me lancé al súper. El dinero definitivamente no me abunda pero calculé que si compraba víveres en vez de comer en la calle podría administrarme mejor. Todo iba bien pero regresé de la calle un poco alterada porque en el bus y en la parada me topé con gente que me hizo sentir muy incómoda (la cara de la pobreza en el primer mundo es tan diferente a la del mundo en vías de desarrollo, para ponerlo en términos políticamente correctos).
Todo el día he pensado en Lu y en Camilo, con quienes trabajé en el proyecto de seguimiento a migrantes hace 3 años. Tucson me recuerda tantos lugares similares que recorrimos en los dos meses de trabajo que nos aventamos buscando jóvenes mexicanos en Estados Unidos; fui muy afortunada por trabajar con ellos, por todo lo que aprendí en esta experiencia y de mis compañeros. También pienso en ti, mucho, sobre todo hoy, como si te sintiera, tratando de imaginarme cómo es tu día, qué habrás hecho, qué comiste (y luego veo que ni siquiera sé que has de comer porque ni conozco la dieta que llevas ahora... y me pongo triste). En fin, me pone feliz pensar que hoy también se mudó mi hermano y sé que estará mejor ahora. Ah, y recuerdo que ayer fue la boda de Jose; sobre eso ya había escrito el año pasado pero ahora sale a colación porque Sonia y Gaby se verán ahí y me encantaría estar con ellas.
Uds disculparán, creo que ya no sé bien lo que escribo, estoy rendida, mejor voy a dormir para no hartarlos. Estoy contenta por tener ya un espacio para mí, siento que por fin llegué a donde tenía que llegar después de un mes de empacar y desempacar por todos lados. Espero que las cosas salgan bien y no tenga que mudarme de nuevo en por lo menos un año. Estoy contenta con mi casa, es como 3/4 partes del tamaño de mi depto en la Narvarte (cómo extraño ese lugar!), nomás que ahora todo para mí solita.
Ah, en el día también pensaba en uno de los primeros recuerdos que guardo de Canadá. Llegué a Toronto como dos semanas antes de iniciar clases para la reunión de orientación de estudiantes internacionales y no me acuerdo bien para qué otras madres, el chiste es que vivía en un dormitorio del campus y estaba todo súper solo y bien triste sin gente. Yo me sentaba frente a la ventana a ver el paisaje y en una de esas vi que llegaba un coche y se bajaba una familia: era una chica acompañada por sus padres el día de su mudanza al dormitorio de la universidad. La imagen me pareció ridícula al principio: era una familia acomodada de hindús occidentalizados, la chica y su madre iban de traje sastre, perlas y tacones, el papá iba de traje; se bajaron del Mercedes Benz negro y el papá sacó inmediatamente la cámara de video para grabar el momento de la independencia de su hija, la hija sacando las maletas de la cajuela; hablaban a la cámara, posaban, etc. Luego me puse triste pensando en lo solita que yo estaba. No sé por qué recuerdo tanto esa escena, me pregunto si alguna vez esa familia volvió a ver el dichoso video que les vi tomando esa tarde.
En fin, who cares, adiú.
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