martes, diciembre 4

garabatos de ideas que van y vienen de mi cabeza

Pienso que  de alguna manera estoy perdiendo mi voz. Si supieran la de borradores que tengo de posts que no alcanzo a subir porque no me convencen. ¿Será que pierdo mi voz porque me siento lejana de mi audiencia? Quisiera decir que es mi ocupada vida lo que me mantiene alejada del blog, pero la verdad es que vivir sola de nuevo -temporalmente- me deja suficiente tiempo libre para escribir. Sin embargo, la escasez de palabras me acompaña aquí y allá (allá, sí, en ese monstruo horrendo que es la tesis). Pero como a pesar de la erosión de mi palabrería, las ganas de escribir aquí persisten, ahí van algunas de las ideas que me acompañan los últimos días.

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La vida da muchas, muchas vueltas.
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Tantas canas que ni caso tiene ya arrancarlas una por una. Y la resistencia a tenirme el pelo. Seré una cabecita blanca a los cuarenta.
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Cuando veo las bodas perfectas de mucha gente me pongo a pensar todo lo que me hubiese gustado que fuese diferente en la mía. Pero luego me doy cuenta que dadas nuestas circunstancias no hubiese podido ser de otra manera, y me da gusto. Y hace dos semanas, en uno de nuestros restaurantes favoritos en LB, me topé con fotos de un libro que lo dice todo: Imperfect weddings are the best.
(Indeed.) ¿Para qué quiere uno la boda perfecta si lo que debería ser bueno es más bien el matrimonio? (¡Y sí que lo es, a pesar de la distancia temporal!)
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He descubierto que no puedo hablar de política con la mayoría de la gente. Es tan fácil acabar en discusiones bizantinas que no llevan a ningún lado. *Sigh* Mi bisa tenía razón: cada cabeza es una barbacoa (y la de cabezas duras que abundamos...)
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Bad timing: mucha gente se sorprende que tuviese tan claro que quería hacer de mi vida cuando tenía 14 años. Lo que a mí me sorprende es no saber qué hacer de mi vida profesional a los 31.
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Después de dos semanas sin poder correr, he vuelto a calzarme los tenis. No sé si me va a ayudar a bajar de peso, pero a estas alturas ya no me importa mucho. Lo que quiero es hacer buen uso de mi cuerpo, porque el sedentarismo sale caro. Y al final, qué más da. Seré gorda, pero con buena pierna.
Descubrí que me gusta correr al aire libre. Y que me gusta correr a media tarde, regresando de trabajar. Y justo entonces terminó el horario de verano y me he visto obligada a correr en las mañanas otra vez, ahora que oscurece a las 5pm. Yo que soy la persona menos entusiasta por las mañanas... pero ya llevamos tres días al hilo, así que esperemos que funcione.
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El amor en los tiempos de skype. La historia de mi vida. Y las distancias hacen que ahora mida el tiempo en periodos de dos semanas (cada que nos podemos ver).
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A pesar de entender el valor de twitter, lo encuentro poco práctico, para poder estar al día, requiere demasiado tiempo. ¿Cómo le hacen las personas que siguen y son seguidos por tanta gente?
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Departamento de quejas: las cocinas en las oficinas no deberían ser zonas abiertas, sino cerradas, y con paredes que aíslen el ruido. Oh, soy tan sensible al ruido y al parloteo de los demás.
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Supongo que si no puedo controlar nada más, perseverancia es lo único que me queda. Sí, ser perseverante es lo único que está en mis manos.




jueves, septiembre 20

de vuelta una vez más

Empecé este blog hace cinco años a meses de empezar una serie de mudanzas, así que coincide graciosamente que hoy regrese en una nueva ubicación. No nos movimos mucho, pero del desierto al mar hay mucha diferencia. Quisiera decir que de alguna manera regreso a los orígenes, pero el Pacífico es muy diferente del Golfo. Así que lo mejor es aceptar que estamos en un lugar nuevo, y tomarlo como viene. Lo cual es un poco difícil porque, con poquísimas excepciones, cuando empiezo algo nuevo tiendo a buscar las similitudes con cualquier elemento del pasado que pueda sacar de la memoria. Es lo que me hace "ver" en todos lados a personas que obviamente no viven aquí, y es lo que me hace comparar a San Diego con Tampico (no hay punto de comparación, a menos que uno considere el mar, y de ahí me puedo aventar una perorata de cómo no son lo mismo), o a San Diego con Río de Janeiro, por aquello del mar y el montón de colinas, pero Río es mucho más verde, mucho más bonito y no tiene el laberinto infinito de carreteras que afean tanto a California. Porque eso me vuelve loca. A pesar de haber conseguido un lugar para vivir en un vecindario muy mono, las carreteras lo rodean todo, que es difícil saber cuándo empieza y termina una ciudad, y me exprime el corazón y hace que el cortisol se desestabilice cada vez que usamos el coche. Lo detesto. Sólo por esa razón no me gustaría vivir en California. Fuera de eso, no tendría ningún problema. A menos que tuviese que ser en el desierto (Indio, Riverside, Victorville), porque eso sí, para desiertos, el de Arizona. Ah, ¡cómo voy a extrañar Tucson!

Voy a comenzar mi historia con la moraleja: reniega lo que quieras, pero siempre intenta algo que te saque de tu zona de comfort. Mi historia, en realidad, ya se la saben: yo no quería ir a Arizona, pero era el único lugar que me ofreció una beca. Me pasé casi dos años renegando de mi suerte, y no fue sino hasta que empecé a hacer caminatas en el desierto que descubrí la maravilla de vivir en él. A cinco años de haberme mudado a Tucson, y a una semana de haberme mudado a California, no exagero cuando digo que mi corazón se ha quedado en Tucson. En esos cinco años de vivir en el desierto (y no meramente el hecho de vivir en el desierto, pues; obviamente fue el montón de eventos y circunstancias que acabaron aconteciendo a raíz de mi estancia, pero el punto es que para mí vivir en el desierto significa ahora vivir bajo condiciones que originalmente no consideré óptimas) me enseñó a ser humilde y a encontrar la belleza en lugares insospechados. Aprendí a vivir en soledad, pero también me dió muy buenos amigos. Uno puede estar acompañado en muchas circunstancias poco convencionales. Hubo un tiempo en que mis únicos amigos fuera de mi familia eran Isami-san y Duende, con quienes hablaba casi todos los días, pero a quienes no he visto en persona en muchos años, creo que gracias a ellos no perdí la fe en las personas. Fue ahí donde también me acerqué de nuevo a Dios, con una fuerza y una fe que nunca antes había experimentado, y con una necesidad tan grande de entregar mi vida para el propósito por el que fui creada. Y fue ahí donde encontré a mi esposo, en el momento adecuado, a pesar de conocernos de tanto tiempo atrás. Tucson es el lugar donde comencé mi propia familia, no sólo porque ahí Will y yo nos casamos y nuestras familias se conocieron la semana de nuestra boda, sino porque ahí también eché raíces en la forma de amigos queridos y cercanos. Esta experiencia también me enseñó que en realidad no quiero ser economista tanto como yo creía, pero eso es algo con lo que debato un día sí y otro no. En todo caso lo que he aprendido es que la vida que quiero es una vida balanceada que deje algo bueno a los demás. Y lo demás sigue siendo un trabajo en progreso.

Todo esto viene del hecho que, después de unos días de luna de miel enamorándonos de San Diego, la realidad de ir a trabajar y re-familiarizarse con la vida en una gran ciudad y tiempos de transportación de casi una hora que implican largas caminatas (caminatas, ¡sí! lo único de lo cual no me quejo en absoluto), etc. me hizo acordarme de una de mis citas citables favoritas: Life sucks no matter what, so don't be fooled by location changes. -Daria Morgendorffer. La cuestión es que ahora ya no juzgo la ciudad por su cubierta, sino por mi apertura a disfrutarla (y a sufrirla, y sobrevivirla, pero, sobre todo, vivirla). Y lo demás es lo de menos.

Seguiremos informando.

Sean felices, tengan días buenos.

viernes, mayo 11

kecg

"Sí, es la mujer perdida, la que canta en la imaginación del hombre, pero también será la mujer recuperada, después de tantas pruebas para ella, para él.
Es preciso, sobre todo, que la mujer vuelva a encontrarse a sí misma, que aprenda a reconocerse por entre los infiernos a los que la condena la opinión que el hombre tiene de ella...
Pero es, sobre todo, la mujer 'que el tiempo no puede apresar'".
-André Breton


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She is always and never the same.
Contradiction
by Calvin Klein

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HOPPER, Edward
Habitación de hotel, 1931
Óleo sobre lienzo
152,4 x 165,7 cm
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid

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VARO, Remedios
Vagabundo, 1957
Óleo sobre mazonite

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Big Bear, CA.
18:56

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Mi foto favorita.
Mi hogar.







Despedidas

¡Wow! ¡Sí que he estado desconectada del blog! ¡Ya ni siquiera reconozco el editor de entradas!

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Ya se acerca el verano. Pero antes de que llegue, se dejan venir todas las despedidas. Estaba pensando en las graduaciones de la escuela, hasta que recordé que en la licenciatura terminamos en diciembre. Como sea, pero entre más viejo se hace uno, los vínculos se hacen más fuertes y las despedidas calan más.
La graduación será este sábado, pero yo no me gradúo. Aún sigo en la cuerda floja, pero el plan es aventarse un año más, a ver qué pasa. Sin embargo, mi generación se gradúa y es triste decir adiós. Cada año es la misma historia, y cuando vives encerrado con poquita gente a tu alrededor, esa poquita gente se vuelve cercana, y el proceso de domesticación es inminente.
Este año, también, fuimos parte de un grupo bien disparejo que resultó complementarse muy bien. Dios sabe cómo y por qué hace las cosas. Tres de nuestros miembros se mudan a otras partes del país. El martes pasado fue la fiesta de despedida.
Mañana tenemos otra despedida, y en una semana ocurrirá otra más. Muchos adioses. Pero me gusta pensar que cada adiós es una puerta que se abre en otro lugar, el lugar al que se mudan nuestros amigos. Lo cual suena bonito pero tiene mucho de wishful thinking, aún cuando siga en contacto con casi todos.

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De mis amigos de la primaria no tengo contacto con nadie. Estudié la primaria en tres escuelas distintas, a la última fue transferida cuando el año escolar (6to) ya estaba empezado. Seguí viendo a varios de mis amigos de entonces, pero después de que nos mudamos al DF les perdí la pista.
De mi graduación de la secundaria me acuerdo que mi mamá me llevó a comer bocoles al centro al local de Juan Derecho. Yo estaba triste porque estaba enamoradilla del coach de basket y ya no lo iba a ver cuando empezara prepa. Todos mis amigos de la secundaria entraron a la misma prepa que yo, así que por ese lado no había razón para sentir nostalgia. Pero conservé por años mi blusa firmada por todos mis compañeros, y mi colección de chismógrafos.
La prepa la hice en dos escuelas diferentes. Conservo a mis amigas de ambos lugares. Me gradué de una escuela de monjas y nos fuimos de retiro espiritual antes de terminar el año escolar. Las madres tenían una casa hermosísima en Valle de Bravo y la comida era deliciosa. Nos organizaron una cena de despedida con fogata incluída a medianoche. Yo acabé en el hospital, después de desmayarme, pegarme en la cabezota contra la banqueta y convulsionarme... No el tipo de despedida que yo tenía idealizada después de chutarme tantas series preparatorianas gringas. Me encantan las fotos que tengo de mi ceremonia de graduación de la prepa. Era 1999 y el lápiz labial color chocolate me iba muy bien. Mi mamá aún insiste que mi cabello lucía espantoso ese día.
Mi fiesta de graduación de la universidad ocurrió en abril de 2004, aunque habíamos terminado clases en diciembre del año anterior. Yo sentía que mis amigos de la licenciatura y yo estabamos tan unidos como los chicos al final de la película de Vaselina. Hay una versión inicial de la página de agradecimientos de mi tesina que agradece a todo mundo. Soy bien cursi. Y al final me reprimo: la versión oficial que pasó la edición final sólo tiene unos cuantos renglones. Pero esa fue la graduación y despedida que más me dolió. Graduarse de la universidad fue como ser expulsado del último reducto de certidumbre.
El plan ahora es poder graduarnos el próximo año. Sin embargo, uno ve gente irse cada año y duele un poquito. La gente se va por no pasar los prelims, por cambiar de opinión, por graduarse y conseguir trabajos. La ventaja de la academia es que es una comunidad pequeña que se llena de excusas para viajar y congregarse: conferencias, congresos, invitaciones a seminarios, y todo mundo se acaba reencontrando tarde o temprano.

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Pero en fin. Lo bueno de las despedidas es que siempre implican un círculo que se cierra y nuevos comienzos.