El próximo martes muy temprano me voy. Dice mi mamá que me nota extrañamente ecuánime; yo que por lo general me vuelvo loca con los cambios y las incertidumbres y las despedidas ando ahora de lo más tranquila, como si me fuera aquí cerquita por un par de días. También para mí es raro pero quizá por primera vez en mi vida me siento lo suficientemente segura para enfrentarme al futuro sin demasiadas dudas. Creo que en parte es porque llevo mucho tiempo vislumbrando esto, pero también porque siento que no me queda de otra más que moverme hacia adelante. Supongo que también es una cuestión de experiencia: ésta será mi mudanza número 14 en lo que llevo de vida, y para mí el 14 es algo así como un número cabalístico. No es que esté confiada, es que no llevo temores de más. Ya conozco la universidad y a la mayoría de los profes; me llevo bien con M, otro mexicano del cide que también va para allá; T me ayudó con el temporal housing y me ha prestado un lugar en el que me puedo quedar por unos días en lo que consigo departamento y hasta me acabo de enterar que J me va a echar la mano no sólo para darme la llave del apartamento del amigo de T, sino que va a ir a recogerme (un súper paro por aquello de andar recorriendo las calles arrastrando maletas). Por si fuera poco, la gente de UofA con la que he establecido contacto se ha portado de maravilla conmigo y todos me dicen que cualquier cosa que necesite hasta el señor de la tiendita me puede ayudar. Me siento optimista y presiento cosas buenas y gente buena en Tucson; espero no equivocarme en ello. Ahora sólo me queda responder a la altura de las circunstancias.
Y ya, sólo quería compartir esta emoción.
Adiú.
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