sábado, julio 21

Ticho


Don Patricio, Ticho. Hombre muy alto, serio, empedernido bebedor de caña, trabajador, respetado. Empezó desde abajo, de familia muy pobre, ni siquiera tenían un pedacito de tierra, trabajaban como jornaleros, peones. Un día, de niño se fue al pueblo a trabajar en una feria y con ese dinero se compró unos zapatos. Regresó a la ranchería contento con sus zapatos nuevos, sus primeros zapatos y felizmente los mostró en casa. Su padre casi lo mata a golpes, iracundo por gastar el dinero en banalidades: "a ver si ahora te pones a comer zapato". Hizo que Ticho recuperara el dinero. Desde entonces nunca en su vida volvió a usar zapatos. Con el tiempo fue prosperando, hasta hacerse de dinero y respeto, se convirtió en Don Patricio, Don Ticho; tuvo animales, tierras, camioneta del año y una casa grande. La gente lo quería y le regalaba zapatos, pero nunca los usó. Iba al campo a sembrar y sin zapatos, iba a la enrama cada 14 de mayo descalzo, a Villahermosa, a la cooperativa en el pueblo, a los bancos, a todos lados y descalzo. Lo ví hace una semana, y sus pies, cansados, ya no tienen el callo que los protegía antes del suelo del campo, pero se encuentran maravillosamente bien cuidados. Lástima que ahora no pueda caminar.

Don Patricio vive en una casa grande justo enfrente de la de mi abuelo, pasando la entrada del huizamal, en la Ranchería Sargento López, 2da sección. No me queda claro el parentesco, pero viene siendo tío lejano por vía materna de mi padre. No guardo muchos recuerdos de él. En Comalcalco se cultiva principalmente cacao y pimienta; casi todas las casas tienen una plancha de cemento en el patio, ahí se pone la semilla del cacao a secar una vez que se le ha limpiado la pulpa de la mazorca. Es así que por ahí de abril y mayo toda la zona se impregna de ese aire amargoso de la semilla que deja de estar húmeda y que el sol la prepara para luego tostarse.

La casa grande de Don Patricio tiene una explanada de las más amplias de la ranchería, así que de niña yo sufría al ir a su casa porque el olor de cacao al sol era mucho más fuerte. Lo bueno era que sus hijas querían mucho a mi mamá y a mi hermano y a mí nos achechaban. Es lo poco que recuerdo aún. Recuerdo su casa y que él era muy grande, muy alto. Hoy, víctima de la trombosis casi no se puede mover. Uno llega a saludarlo y llora de la desesperación porque ya no puede hablar. La imagen es triste en sí misma, ver a mi padre devastado por la situación de Don Ticho hizo que esta mezcla de recuerdos me doliera más.

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