Vengo saliendo de un examen profesional. El pesado de mi jefe estaba rondando mi lugar de trabajo pero aún así me escapé para poder llegar al receso de la deliberación y estar en la toma de protesta. Estaba muy contenta de poder presenciar ese momento, creo que a Vicente también le dio gusto verme ahí. Él es de esas personas a las que me une un cariño entrañable a pesar de la distancia y del poco tiempo en que hemos coincidido los últimos años. Me siento, por así decirlo, orgullosa, porque sé muy bien por todo lo que tuvo que pasar para llegar hasta aquí y porque tiene ya un rato que comenzó a cosechar algunos frutos. Él es también un buen ejemplo de un self-made man. Así que, querido Vicente, la admiración es mutua.
La última vez que asistí a uno de estos eventos, hace un par de meses, me senté hasta atrás del salón y no pude dejar de llorar durante el tiempo que duró el examen profesional. No podía dejar de pensar en ese importante examen, esa tesis en cuya defensa no podré estar presente y me dio mucha tristeza. La disyuntiva era que aunque pudiera estar, no estoy segura de si asistiría, me dolería igual, no sé bien a bien por qué. Pero bueno, no atiborrarme de más cosas en qué pensar. Dice mi hermano que con tantos pendientes por hacer no sabe cómo saco tiempo para quejarme y todavía sufrir por cosas que aún no pasan. La verdad, tengo mucho miedo de despedirme de algunas personas. La verdad, no quiero hacerlo.
1 comentario:
Karinator:
Ya estuvo de andar dejando lagrimas por doquier...
Mucha suerte en Tucson, y más suerte ahora que te vaya a visitar.
Jaime
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