lunes, junio 25

Iba a escribir ¡vaya este fin de semana que pasó! Pero la verdad es que de finales de mayo para acá no he parado casi ni un minuto. Sin embargo, éste sí que me ha dejado rendida física y emocionalmente, en parte porque ya traigo cansancio acumulado y en gran medida porque fueron días de un trajín sin parar, como dice mi mamá: como calzón de puta, de arriba para abajo. Mi recámara por fin está vacía al 75%, ya no hay muebles míos más que este bendito escritorio al que le han hecho el feo, tan bueno y útil que está todavía (by the way: ¿a alguien le interesaría? Lo vendo en $200; háblenme o escriban si lo quieren, incluso si me dicen que le encuentran un buen uso y vienen por él, hasta lo regalo). Lo único lamentable es que me he quedado sin televisor y ya no podré ver mi telenovela, aunque supongo que tendré tiempo para ver a algunas personas y para volver a avanzar con mi tarea de mates.
Me siento muy a gusto conmigo, porque este agotamiento también viene del hecho de haber arreglado todo esto por mí misma y sin ayuda alguna. Por ello tengo que agradecer y culpar a mis padres, que toda la vida me han enseñado a ser autosuficiente y a valerme por mí misma, al grado de que me es casi imposible pedir un favor, por mínimo que éste sea. Eso en ocasiones puede ser malo, pero lo mejor es que no se me cierra el mundo tan fácilmente. El único apoyo que he tenido a mi lado estos días es por parte de mi hermano (quien, estoy más que segura, Dios me envió para ayudarme a no perder la cordura, y quien de paso, de premio, se ha quedado con todas mis cosas); pero él aún no tiene redes sociales en esta ciudad y las mías están como débiles, así que estuvimos solos contra el mundo y salimos avante.
Junto con la tranquilidad de saber que tengo cada vez menos pendientes, lo mejor fue haber pasado este domingo con mi hermano y mi papá. Andrés cambió su vuelo a Veracruz haciendo una larga escala en el DF y estuvimos todo el día juntos. Lo más lindo fue cerrar un ciclo en el mismo lugar donde lo empezamos. Hace aproximadamente diez años nosotros tres hicimos un viaje a la Ciudad de México para cerrar el trato de la casa donde íbamos a vivir en Rinconada Coapa y para ubicar la escuela a dónde llegaríamos a estudiar al mudarnos aquí. Antes de regresar a Tampico de ese viaje de 1997 nos fuimos a turistear al centro y subimos al mirador de la Torre Latinoamericana. Para mí era significativo regresar a ese lugar. Víktor y yo planeábamos ir de nuevo, esta vez de noche, para mi despedida, pero al saber que Andrés venía fuimos con él. Papá estuvo encantado con la idea, así que pude llegar al inicio de este círculo con las personas con quienes lo empecé, y con ellas mismas lo cerré.
Me reconforta saber que aún tengo esa parte masculina de mi vida, esos dos hombres con quienes he compartido mi vida y para quienes sigo siendo prioridad. Con el resto tengo aún un gran vínculo y siguen ocupando un lugar enorme en mi corazón, pero sé que todos ellos cuentan ya con su significant other y eso diluye nuestra relación; es normal. Pero mi unión con mi padre y mi hermano permanece inalterable. Y eso me hace, hoy por hoy, muy feliz.

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Respuesta a Sor Filotea

Esto va por un comment que me dejó Jaime el otro día, donde me decía que no fuera por ahí llorando por los rincones. Querido Jaime, no eres el primero que me lo dice, pero no lo puedo evitar. Está bien, tienes razón, basta de gimoteos, pero todo tiene su momento y es difícil no sentirse triste. Que esté triste, que me sea difícil dejar mi lugar aquí, es natural. Eso no quiere decir que no me quiera ir, que no esté contenta con todas las oportunidades que se vislumbran con mis planes en Arizona; estoy muy entusiasmada. Pero todo tiene su momento, y éste es mi momento de partir y eso involucra muchas cosas. Soy cursi y sentimental y esta gran ciudad significa mucho para mí, aquí se determinaron muchos eventos que me formaron como persona y dejo aquí lugares importantes para mí y personas que han marcado mi existencia en este mundo. Estoy bien, no me voy a hundir ni me echaré para atrás, pero a veces las lágrimas salen solitas y otras veces me es muy difícil desapegarme. Mejor sacar eso ahorita, entenderlo y aceptarlo, que estar sufriéndolo y desconcentrándome después. Me voy a ir, y no quiero volver la vista atrás, no en un largo rato.

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