jueves, mayo 31

el olor de la mañana

Llevo casi todo el mes durmiendo poco y mal, así que eso hace muy pesada la jornada laboral; trabajo casi con los ojos cerrados y hoy todavía debo ir a Polanco en la tarde a discutir sobre derechos de propiedad...
Estoy medio dormida y de pronto mi memoria sacó de la nada el recuerdo del ambiente frío de las 7 de la mañana y un olor a frescura. Esa sensación me despertó porque me transportó directamente a las frías mañanas de los días que estuve en Oaxaca hace 5 años. Es difícil describir olores, pero lo recuerdo perfectamente. Es un olor limpio, destacado aún más porque a esa hora el aire se siente fresco, ligeramente frío.
Las veces que he viajado lo he hecho bastante corta de presupuesto y suelo aprovechar el tiempo levantándome temprano. El olor matutino es similar en todos lados a pesar de las diferentes latitudes y las diferentes estaciones del año. Es más, los fines de semana que voy al centro histórico temprano me recuerdan las calles de París desoladas y limpias antes de las 8am. Igual que downtown Toronto en otoño me remitía al par de días que estuve en Londres un verano, y así y así.
Esa vez de Oaxaca nos quedábamos en cama hasta mediodía y aún así nos rendían los días. Sin embargo, nos armamos de fuerza de voluntad y comenzamos a levantarnos tempranísimo, sobre todo cuando llegamos a la playa y queríamos aprovechar lo más posible el mar. Nunca disfruté la playa tanto como entonces. Llegamos de regreso a la ciudad de Oaxaca un miércoles a las 5am; ese día planeábamos regresar al DF así que ya no teníamos a dónde llegar. Nos lavamos en un baño de gasolinera y vagamos por la ciudad desierta un par de horas hasta que nos dio hambre y fuímos a desayunar al mercado. La ciudad era toda nuestra y el parque, donde estuvimos horas viendo pasar a la gente y platicamos y reímos y dormimos, a las 7am olía al rocío de la mañana.
En fin, recordar todo esto me despertó y destrabó mi memoria.
Ahora debo volver.

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