lunes, mayo 14

san lunes

Lunes por la mañana. Generalmente procuro comenzar la semana temprano y arreglándome un poco más que de costumbre, como echándome porras para empezar con el pie derecho. Eso es en teoría. En la práctica ocurre que el domingo en la noche suelo desvelarme trabajando en cosas mías que dejé pendientes o que no terminé como esperaba durante el fin de semana, y últimamente me despierto más tarde de lo planeado porque no duermo bien; si no llevé la ropa a lavar tampoco hay mucho de dónde escoger para usar y acabo saliendo de casa en las peores fachas y como trabajo frente a una compu donde nadie me ve, no hay problema si me la vivo en tenis, jeans y playera.

Hay fines de semana, como éste que terminó, en que llego el lunes en la madrugada a la ciudad de México después de haber estado en Tampico. Así que hoy llego desvelada, con la columna desviada, usando tenis rosas, una camisa negra que recién descubrí está perdiendo el color, el cabello recogido y mi estómago me reclama que sólo tenga por alimento un espresso doble que me preparó don José. Y encima, hay que trabajar. Otra vez no voy a cumplir con las fechas programadas, pese a que he estado trabajando horas extras y en días feriados. Pero la libraré, estoy segura.

Estoy, no sé si es la palabra correcta pero me siento algo así, como contenta. Me hizo bien visitar a mis padres, estar en casa, tomar aire puro, sudar como cerdo en el calor de mayo cerca del mar. Necesitaba salir un rato de la rutina que he estado llevando este año y del enclaustramiento al que me sometí las últimas semanas. Es la tercera o cuarta vez que voy a Tampico este año, pero la primera en que lo hice con gusto: añoré subirme al camión y dormir todo el camino para sólo despertar y ver que atravesamos el río Pánuco sobre el puente. Fue el último viaje de ida y vuelta al D.F. En mes y medio iré a Tampico y estaré ahí 3 semanas para después volar a Arizona. Así que comienza la cuenta regresiva y la locura por arreglar papeles y mudanza. Pura diversión.

Fueron un par de días ajetreados y de descubrimiento. Descubrí cosas lindas y otras aterradoras. Necesitaba tanto relajarme en la cocina con mi mamá y aclarar mi cabeza hablando con mi padre. Andrés es sensacional, es un hombre maravilloso. No es el hombre más inteligente del mundo, ni el más fuerte, ni el más poderoso. Pero su presencia es tan importante para mí, que cualquier cosa, por mala que parezca, parece tomar su justa dimensión cuando la discuto con él y todo problema puede tener solución si la buscamos entre los dos.

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Son casi las dos de la tarde. Estoy cansada y desilusionada. El trabajo no para y me pone mal, y hasta un poco triste, la actitud de mi jefe para conmigo. Puedo enojarme, puedo alegar que no es justo conmigo, que es una mala persona, que me fastidia, pero no pretendo martirizarme ni quiero amargar este día. Templanza. Uno tiene que hacer lo que tiene que hacer.

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3:20pm. Regreso de comer. Quisiera un cigarro pero siempre bajo al comedor sin la cajetilla, así que me da flojera subir. Compro unos kranky, mi nuevo vicio. Voy por un café con don José, necesito cafeína para aguantar hasta tarde en el trabajo hoy. Decidí perdonar a mi jefe y, de paso, hacer caso omiso de él. No le voy a dar importancia a sus desplantes, yo me dedicaré a hacer lo mío; punto. Nota mental #1: no deshumanizarme a ese nivel nunca, sobre todo si en algún momento vuelvo a tener gente por cuyo trabajo debo responder. En fin, don José me pone de buenas, él es como el azúcar que endulza mi café, le da un toquecito más rico con sus bromas y su plática. Lo único malo es que ahora cada mañana me recuerda, reclamándome, que me quedan pocos días aquí. No me duele dejar el este lugar, sino la gente buena con la que me he encontrado aquí. Nota mental #2: regalarle un souvenir de las chivas a don José antes de que me vaya.

De vuelta a la madriguera donde trabajo camino detrás de un grupito de profesores. Bromean y chismean. No les pongo atención hasta que a lo lejos medio escucho la historia de un conocido de ellos que se ha casado dos veces sin divorciarse. Se enciende mi morbo. Dicen que el fulano en cuestión vivía en conocida colonia de moda de la Ciudad y que tenía su casa chica a tres calles de donde vivía con su familia. Ese tipo de historias me molestan. Los rebaso y llego a mi lugar. Hora de volver a trabajar.

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Sí sí, nota mental #3: debo aprender a cambiar los colores de esta plantilla, quiero ponerla en verde, este rosa con café está sin vida.

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