Toda la vida crecí con el trauma de ser demasiado grande para la media mexicana y de siempre aparentar más edad, por lo menos físicamente. Esto hizo que por un tiempo me jorobara premeditadamente para tratar de estar a la misma altura del resto de mis amigas, y otras acciones por el estilo. A los 10 años ya tenía la regla y usaba sostén, eso era horrendo y me sentía el peor bicho raro del mundo. En secundaria conocí a chicas un año mayores que yo pero de mi estatura, eso me tranquilizó, pero por varias razones no me llevaba bien con ellas y mis amigas tenían por características ser lindas, bajitas y buenas amigas. Crecí y me desarrollé muy rápido. A los 6 años parecía de 9 y no podía estar en las rondas y demás bailables infantiles porque parecía astabandera. Mido 1.68m y tengo prácticamente las mismas medidas desde los 13 años, y eso era confuso y molesto en la preadolescencia, considerando que mis primos son menores que yo y que siempre preferí jugar con niños, quienes también se desarrollan más tarde que las niñas.
En fin, que las cosas han cambiado ahora y para bien. Resulta que dejé de crecer a los 13 años y los pocos cambios físicos desde entonces se resumen en que se me han afinado un poquito las facciones. Lo curioso es que ahora la gente me quita años. Me preguntan que qué estoy estudiando y se sorprenden que diga que tiene 3 años ya de que me titulé. Hace unas semanas una señora incluso creyó que tenía 18 años... que me quiten 7 años de un jalón es divertido. Me siento muy a gusto con mi edad y mi apariencia actuales. No es vanidad porque no soy guapa, sino simple gusto por cómo me veo y cómo me siento ahora. Siempre he creído que mi mejor edad fue a los 17, era feliz y me veía bonita; pero ahora, los 25 creo que me sientan bien.
Una vez leí un libro, esos libros para convertir a la gente al cristianismo. El punto es que la protagonista, una preparatoriana gringa, muere a los 16 años. Al final, la madre de esta chica encuentra la paz interior pensando en que Dios cuidará del alma de su hija y se consuela pensando en que en el cielo su hija quedará eternamente en la flor de la juventud de sus 16 años. En el libro dicen que en el cielo nos quedamos en el mejor momento de nuestras vidas, a la edad en que nos encontrábamos jóvenes, plenos y bellos. Pienso que en mi caso cuando muera y si voy al cielo, me veré de 17 o de 25 :)
El que me quiten años me tranquiliza un poco. Saber que regresaré del doctorado pasando la treintena a veces me preocupa. Muchos de mis amigos de acá ya estarán casados, con hijos y casa propia, habremos vivido vidas diferentes, con prioridades diferentes. Eso no afecta la amistad, pero tengo miedo de llegar a sentir que he perdido eventos importantes o que quizá me brinque o no pase por ciertas etapas de la vida que hubiese esperado vivir. Una vez me dijo D que hablaba como veinteañera chafa; eso me hizo sonreír. Luego me dijo algo que me sirvió mucho: ahora que me vaya conviviré con personas con cronologías análogas a mi ritmo de vida, con intereses y formas de vida similares y me sentiré normal. Creo que es cierto, así que no hay nada qué temer. De hecho, volviendo a lo físico, me da igual qué edad aparente. Estoy convencida de que las arrugas y esas cosas significan experiencia.
En fin, que las cosas han cambiado ahora y para bien. Resulta que dejé de crecer a los 13 años y los pocos cambios físicos desde entonces se resumen en que se me han afinado un poquito las facciones. Lo curioso es que ahora la gente me quita años. Me preguntan que qué estoy estudiando y se sorprenden que diga que tiene 3 años ya de que me titulé. Hace unas semanas una señora incluso creyó que tenía 18 años... que me quiten 7 años de un jalón es divertido. Me siento muy a gusto con mi edad y mi apariencia actuales. No es vanidad porque no soy guapa, sino simple gusto por cómo me veo y cómo me siento ahora. Siempre he creído que mi mejor edad fue a los 17, era feliz y me veía bonita; pero ahora, los 25 creo que me sientan bien.
Una vez leí un libro, esos libros para convertir a la gente al cristianismo. El punto es que la protagonista, una preparatoriana gringa, muere a los 16 años. Al final, la madre de esta chica encuentra la paz interior pensando en que Dios cuidará del alma de su hija y se consuela pensando en que en el cielo su hija quedará eternamente en la flor de la juventud de sus 16 años. En el libro dicen que en el cielo nos quedamos en el mejor momento de nuestras vidas, a la edad en que nos encontrábamos jóvenes, plenos y bellos. Pienso que en mi caso cuando muera y si voy al cielo, me veré de 17 o de 25 :)
El que me quiten años me tranquiliza un poco. Saber que regresaré del doctorado pasando la treintena a veces me preocupa. Muchos de mis amigos de acá ya estarán casados, con hijos y casa propia, habremos vivido vidas diferentes, con prioridades diferentes. Eso no afecta la amistad, pero tengo miedo de llegar a sentir que he perdido eventos importantes o que quizá me brinque o no pase por ciertas etapas de la vida que hubiese esperado vivir. Una vez me dijo D que hablaba como veinteañera chafa; eso me hizo sonreír. Luego me dijo algo que me sirvió mucho: ahora que me vaya conviviré con personas con cronologías análogas a mi ritmo de vida, con intereses y formas de vida similares y me sentiré normal. Creo que es cierto, así que no hay nada qué temer. De hecho, volviendo a lo físico, me da igual qué edad aparente. Estoy convencida de que las arrugas y esas cosas significan experiencia.
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