sábado, mayo 19

Querido diario

Querido diario,

Ayer pude salir del trabajo antes de las 8pm y estaba medianamente feliz. Lo digo porque me gusta salir y ver todavía la luz de sol y justamente ayer estaba nublado. Cuando llegué al metro comenzó a llover y dije “fiufff”. Llegué a Etiopía y cuando salí rumbo a casa apenas estaba pringando (o como dice la gente de acá, “chispeando”). De pronto a las dos calles empezó a llover. Era de esa lluvia con gotonones, esas gotas bien gruesas pero que no caen tupido, así que caminé otras dos cuadras sin mojarme mucho en realidad. Pero en eso se vino más fuerte y aunque yo no sentía que me estuviera mojando mucho, noté que la gente comenzó a correr como loca. Me dio risa y recordé eso que me han contado de que un estudio de una universidad inglesa concluyó que uno se moja más bajo la lluvia si se pone a correr que si continúa caminando normal. Pensé que hacía mucho que no me mojaba y que estaría divertido hacerlo, así que me fui caminando normalita hasta casa. Lo único que me preocupaba era el inspirador librito de Joseph Schumpeter que estoy leyendo ahorita, pero lo metí bien adentro en mi saco de pana y no le pasó nada. Una cuadra y media antes de llegar se vino la lluvia bien recio y sí acabé como pollo remojado, pero fue divertido. Estaba contenta aunque no iba por ahí corriendo brincando charcos, salvo cuando pasé la glorieta justo enfrente de la entrada de la unidad que está llena de baches y de coches que no ponen direccionales y te avientan el vehículo cuando pretendes pasar. Antes de llegar a mi edificio comenzó a llover más fuerte y escuché truenos amenazadores, me asusté y grité y eso me dio mucha risa. Me dio más risa aún saberme riendo por el pasillo yo sola.

Llegué a casa y ya no fue tan divertido, estaba hecha una sopa. Me cambié de ropa y entonces recordé cuándo fue la última vez que me había mojado bajo la lluvia así por puro gusto. Mi memoria me llevó 5 años atrás, aproximadamente por estas fechas. Una noche caminando en Coyoacán, atrás de la iglesia. Estábamos caminando, tenía menos de dos meses de que lo acababa de conocer. Nos dimos un beso y en eso empezó a llover, pero no nos dimos cuenta o no quisimos notarlo. Ya casi empapados reaccionamos y nos metimos en el kiosko de la plaza. Fue lindo estar ahí y ver la lluvia caer. Pero que ya no es bueno recordar, querido diario, que ya no.

En fin, el caso es que anoche redescubrí lo rica que es la lluvia y lo divertido que es reírse sola por tonterías. Esos pequeños grandes placeres de la vida.

Karina

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