martes, abril 29

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falda corta de mezclilla, blusa blanca con puntitos negros, mis converse, negros también; cabello recogido hoy: empieza a hacer más calor y nunca he traído el cabello tan largo como ahora. Me veo al espejo y me gusta lo que veo. No estoy flaca, no soy bonita, pero me siento a gusto conmigo, me siento guapa. Decidí salir de mi enclaustramiento y trabajar en la universidad hoy después de clase, convivir con gente otra vez y esas cosas. Charlas por aquí y por allá. Muchísima tensión, todo mundo habla de los prelims... ya, en 33 días el primero. Me trabo con la tarea de macro, así que me distraigo yendo con mi prof a consultarle sobre un resultado del paper que no me termina de convencer... me explica por dónde va la cosa, debo reescribir esa parte una vez más, chale. Aprovecho para preguntarle mis dudas filosóficas-existenciales sobre las obviedades y me da una respuesta socrática: muchos ejemplos que arrojan un poco de luz. Luego me cuenta una historia muy simpática de un pueblito de Córdoba en España. Le agradezco y parto. Después de las 6pm el sol se vuelve noble y caminar así es agradable. Escucho Gender Bombs de The Stills. Paso al 7-11 por leche y pan. Platico un rato con el don, es un señor bastante amable, y me hace sentir que voy a mi tiendita de barrio, como antes (aunque no recuerdo haber cruzado muchas palabras con Charly en ese entonces y sentía que me miraba feo cuando íbamos por cigarros y cerveza, pero bueno), no, creo que me recuerda más a don Pablo, el señor de la carnicería de la esquina donde antes vivían mis papás.
El tiempo ha pasado tan rápido, no precisamente por recorrer horas felices, aunque sí productivas. Durante todos los años que pasé en el cide medí el tiempo por semestres, cuando me di cuenta ya había llegado diciembre de 2003 y fue un shock, un shock como el de Esther, de Plath. Pero la historia cambia y el tiempo también da un sentido más amplio de las perspectivas, creo. Me siento en paz, y quiero que eso me dure mucho.

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