domingo, marzo 2

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So, I got it. Let's try to do this again. From the beginning. Yes, again.

Pero es que quién me manda. Aunque ya lo veía venir. Y más hoy porque me fui a acostar pasadas las 3am otra vez y me quedé picadísima leyendo sobre Nash en RAND (y mi mente voló con estas ideas que ya traigo desde hace rato y pienso que si hubiese leído este hace 3 años no estaría aquí sino en Sussex haciendo estudios del desarrollo). Y me dieron las 5am y sin poder pegar los ojos. Pero me levanté temprano de todas formas, porque hay que darle a esto que las cosas no se hacen solas, pero que ya no hay ropa limpia y que está casi vacío el bote de café y ya mandaron las otras dos tareas y ya se acabó el liquid paper y qué puto calor está haciendo otra vez y tener que salir ahorita a mediodía. Y que me medio puse de malas y que lo peor que uno puede hacer es esperar. Tener fe, sí, pero esperar, pucha, ésa es otra historia.

So let's start again, at least we have The Pixies.

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para muestra:



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Bueno, ya

Cómo se nota que ya comí. Eso y que el calor espantoso ha sido seguido de viento de lluvia, qué alivio. Mientras comía me puse a hojear El País Semanal y encontré un artículo de esos interesantes porque mezclan esta fijación mía por el empleo informal, la calle y el arte.
La primera vez que me tomé en serio y me dejé intrigar por el trabajo de los mimos y estatuas vivientes callejeras fue con la película Abre los Ojos, de Alejandro Amenábar. En la historia, el personaje de Penélope Cruz se dedica a hacer pantomima y a hacerla de estatua en las calles de ¿Madrid? (no recuerdo en qué ciudad está ubicada) y luego de saber todo lo que pasa en su vida conforme va transcurriendo la película me quedé pensando en cuáles son las historias detrás de esos personajes que con frecuencia podemos encontrarnos por las calles.
En general especulo mucho sobre la vida de las personas que no conozco, como aquella vez en el aeropuerto de Detroit sobre esa pareja que no dejaba de llorar al despedirse, o cuando alguien está solo en un café viendo pasar a la gente, o las personas que están comprando libros o música, cosas así. Soy una fisgona y me gusta inventar historias. En ocasiones llegué a compartir esto con Paco, pero con quien mejor hago esto es con mi hermano y podemos armarnos unos culebrones de miedo o historias fascinantes sobre quienes están a nuestro alrededor, así nomás, aventurando hipótesis para nosotros.
Por eso cuando vi Abre los Ojos digamos "noté" que sí, que todo mundo tiene su historia sin necesidad de que alguien se la invente y que la realidad es más impactante que la ficción (ajá, sí, cliché, ¿y?). Total que entonces me topé con este reportaje que pone justamente al desnudo esa parte humana detrás de los personajes de las estatuas vivientes. Me gustó porque uno luego pasa de largo la nobleza de las muchas maneras honradas que hay para ganarse la vida y porque aunque luego suene a cuento, esto es lo que me gusta de ver los ejemplos de organización en sociedades más avanzadas. Con tanto desmadre en cuestiones laborales y de seguridad social en México no veo que alguien siquiera se haya puesto a pensar en la situación de los artistas callejeros, por ejemplo.
Y bueno, también de pronto recordé al soldadito de plomo que suele ponerse en el pasaje peatonal de Madero y 16 de Septiembre en el Centro Histórico de la Ciudad de México, al que de vez en cuando le dejaba una moneda y tocaba su tamborcito y al final me guiñaba el ojo y yo le regresa un guiño en respuesta ;)

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