Cada tanto pierdo algo de forma misteriosa y revuelvo todo a mi alrededor sin encontrarlo. Tuve una etapa en la que eso me pasaba todo el tiempo y decía mi mamá que era por distraída y vivir con la cabeza en la luna. Según yo eso pasaba porque estaba con mucho estrés. Pero cuando de pronto se pierde algo sin razón aparente me desespero y sólo atino a pensar que algún duende llega aquí a hacer de las suyas. Cuando vivía en el dormitorio de la universidad en York me pasó que una mañana mientras me vestía me puse un calcetín y cuando me quise poner el otro éste ya no estaba en la cama. Vivía en un cuartito como de 2x3m y era imposible que un estúpido calcetín se perdiera, pero así fue. Saqué cajones, moví la cama, vacíe mochila, maletas, zapatos, fui al baño comunitario, t-o-d-o y el calcetín nunca apareció. Tuve que agarrar otro par y dos días después descubrí que el calcetín perdido colgaba de la lámpara de mi escritorio. Hace una hora estaba organizando una de mis carpetas de ejercicios para empezar a practicar para mis prelims en junio y resulta que no encuentro los post-it con los que les pongo nombres a las carpetas. Estuve trabajando hasta las 3am con una tarea de econometría y antes de irme a dormir todavía estaban en el comedor los fregados post-it. La cosa es que no entiendo qué se hicieron y ya busqué y busqué hasta en la alacena de la cocina y en el refrigerador (lo cual no es extravagante considerando que una vez encontramos el reloj de mi papá en el congelador -creemos que lo dejó ahí cuando fue a buscar una cerveza-). Pero los post-it no se pierden así porque sí. Yo digo que son los duendes. O mi cerebro que busca hacerse pato con lo que sea con tal de no ponerse a trabajar. Y seguro ese inútil objeto extraviado aparecerá el día menos pensado en el estúpido lugar menos imaginable.
Seguiremos informando.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario