domingo, septiembre 16

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llueve

el sonido de la lluvia me tranquiliza, me gusta mucho. También me gusta el silbido del viento al chocar contra las ramas de la palmera que está allá afuera.

Perdí 3 horas haciendo un curso online sobre las políticas de no discriminación y el código de conducta de la universidad, lo necesito para poder dar clases el año que entra. No estuvo mal, pero esas 3 horas eran valiosas para haber terminado mi tarea de estadística y estudiar micro. En fin.

Escribo esto mientras espero que se termine de cocer mi estofado de res cargado de verduras para mejorar mi alimentación esta semana. Hoy comí sopa de verduras y arroz blanco y pechuga de pollo. El helado ha salido de mi dieta, por lo menos ya lo superé esta semana. Muero por un cigarro pero llevo casi un mes sin fumar así que prefiero no dejar que me venza la tentación. Actualmente mi único vicio son las galletas con chispas de chocolate, son mi merienda de las 8pm, con un vaso de leche fría (y me recuerda ese capítulo de Los Simpsons cuando Homero le ofrenda a Dios un vaso de leche y galletas y le pide una señal indicándole que debe comerse las galletas).

Hay algo de tensa calma los domingos por la noche. Por lo general no me gustan los domingos pero ya me acostumbré a ellos. Suelo generar rituales, y en la transición a una nueva semana cierro el domingo organizando los pendientes, planeo las comidas de la semana, algunas lecturas, limpio la cocina, pongo el agua para el café y me siento a terminar las tareas. Así hasta que me vence el sueño y apago la luz del comedor, dejo a un lado la angustia y decido ir a dormir.

Y así, sientiendo esta cosa en el corazón que no sé cómo describir.

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