miércoles, mayo 27

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Creo que al fin descubrí una de las ventajas de tener temporadas de professional procrastinator; después de dar vueltas por ahí huyéndole al trabajo como si el escritorio estuviese lleno de kriptonita, uno se sienta y ve todo tan claro: joder, si esto no debería ir así... y de pronto como que no queriendo empiezan a salir ideas que, por el momento, suenan bastante bien. Nuevos resultados, nuevas tablas medianamente editadas que espero sean más convincentes (si no, otra tarde divertidísima formateando estas cosas). Lástima que esto deba estar para el viernes y que apenas voy a poder ver a mi asesor el jueves. Eso al final es lo malo de darse el lujo de trabajar en función de las visitas del pepe grillo inspirador.

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Ayer me llegó un correo de alguien cuyo nombre no me sonaba pidiéndome que contestara una encuesta sobre expectativas matrimoniales, ondas así de si esperabas que el amor durara para siempre, si esperabas que los hijos fueran responsabilidad de los dos (¿?, me pregunto si alguien piensa lo contrario), si esperabas tener sexo más de una vez al día después de casados (sin comentarios), etcétera. Ya estaba a punto de mandarlo al spam cuando medio me acordé que a este cuate lo conocí en un cumpleaños de MN. Respondí la encuesta porque me hice una promesa a mí misma cuando trabajaba en esas cosas de que siempre me prestaría para esos trotes porque sé lo difícil y desesperante que es que la gente no sea participativa (una vez hasta estuve en algo así como un focus group para un nuevo sabor de yoghurt danone!), y porque el tema me caía de novedad. La encuesta no me gustó mucho y pensaba tomarme la libertad de hacer unas sugerencias, pero como D dice que soy muy fijada decidí sólo hacer un comentario que creí podría servir al instrumento y ya. En fin, el caso es que antes de responder le escribí a MN para asegurarme que el cuate era su amigo y pues de paso pa saludar e insistir que fuera a nuestra súper reunión de excompañeritos porque corrían rumores de que no iba a poder y todo eso. MN me escribió un correo de esos lindos en los que uno se pone al tanto de la vida de personas que aprecia pero que no ha visto en quién sabe ya cuánto tiempo, pero también me apachurró un poco el ánimo su comentario al respecto de la reunión y esa idea como de la ronda de las generaciones que en el fondo siento que tiene. Y me caló aún más porque creo que es cierto y porque me hizo acordar de esas cosas que uno sabe que están ahí en el cajón de los pendientes y nomás se hace uno wey porque así es más cómodo. Una comodidad incómoda diría yo. Pero ya estoy diciendo sandeces. Supongo que de todos modos iré, con esa mezcla de entusiasmo sociópata que suele salirme en ese tipo de reuniones, y bueno, ya con los amigosamigos habrá chance para ponerse al día con una buena taza de café.

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Pensando en el mundo y esas cosas recordé una plática del verano pasado:

RL: ... y veníamos en el camino y ahí en X (no sé qué punto intermedio entre Monterrey y Tampico) y que vamos viendo un espectacular del Y (partido patito de su elección) con la foto de PK de candidato a diputado!!!
--todas las demás estallamos en carcajadas recordando más de una historia nomás con la mención del nombre--
RL: Quién diría, ¿no? Quién lo viera cuando estábamos en la secundaria... O sea, pero ¿cómo él? habiendo tanta gente buena, inteligente... y PK que no es precisamente listo...
K: pues verás, que seguramente es por eso...

Creo que si estoy en el lugar y el momento adecuados voy a alcanzar a votar, y es tan triste, porque supongo que lo más seguro es que acabe anulando mi voto y no me termina de convencer esa decisión.

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Siempre tengo esta lista de antojos, de todo lo que quiero hacer y comer nomás esté de vuelta en casa, pero lo que más me da vueltas desde hace dos semanas son estas ganas que tengo ir a tomar un café con leche al Elite en el centro. Me encanta ese lugar por su café, el pan no es muy bueno, pero por el puro café vale la pena el viaje. Es tan rico que no hay relleno. Café espresso bien cargado con su chorrito de leche caliente y un toquecito de espuma, en sus tacitas ésas blancas de toda la vida. De niña me gustaba el lugar porque ahí nos compraban un agua de jamaica en el mostrador abierto que tienen sobre lo que hoy es el pasaje peatonal, y en tiempo de frío nos compraban churros. No sé cómo fue que agarramos, muchos años después, la costumbre de ir a tomar el café ahí mi mamá y yo, pero ahora es una práctica muy nuestra. Ni a sus amigas ni a las mías les gusta ese lugar, mi papá hace bromas al respecto. Y es que el Elite tiene ese aire un poco popular (que no lo es tanto, al menos por los precios) y un mucho de viejo. A lo mejor eso también es otro factor, en el fondo creo que mamá y yo sabemos que de estar todavía con nosotros, mi abuelo Mario nos acompañaría, como otros tantos viejitos y jubilados llegan a ese café con sus esposas o hijas o nietas, o con sus otros amigos a platicar o a leer el periódico. Cuando estoy en casa vamos al menos una vez a almorzar ahí, y un par de veces más nomás por el gusto de ir a dar la vuelta y mirar aparadores de todos esos negocios del centro, o a veces a comprar telas para no sé qué, prácticas que asocio con mi madre y mi abuela y que una vez que ya no estén ellas siento que van a desaparecer, lo que sea, pero terminar la tarde con dos tazas de café con leche bien cargado y una orden de churros para compartir.
Ya quiero estar de vuelta.

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PD: ¿No olvida ud algo? Vea la entrada anterior :)

2 comentarios:

Jorge Santana dijo...

Encontré en tu pagina un buen poema de mi gran amigo Jacobo Mina, muchas gracias!!

abrazos

Anónimo dijo...

Gracias a ti por la visita, Jorge.
Y aprovechando el viaje, ¿de casualidad sabes dónde puedo conseguir más muestras del trabajo de Jacobo?

Saludos