Ya ni quise contar cómo andaban los ánimos ahora que las lluvias pararon en el sur de Tamaulipas y norte de Veracruz pero no en el centro del país, razón por la que el río Pánuco seguía cargadito de agua amenazando con reventar sus presas y desbordarse estrepitosamente (hasta el momento las presas no reventaron ni ha sido necesario -aún- abrirlas, y los niveles críticos del río no han sido catastróficos -o sea que sí está feo, pero pudo haber sido mucho peor-). Como esas cosas se ven en las noticias pues ni para qué repetirlas aquí. Contar de la tragedia de mucha gente me hace sentir reportando esas notas de sentimentalismo barato que luego pasan por TVAzteca. Pero sí me llamó la atención la sensación de alerta que tenía en todos lados, algo que no veía desde que tuvimos la amenaza del Gilberto hace ya muchos ayeres y que ya había contado un poco aquí. En Tampico y alrededores se tiene/tenía la leyenda urbana de que una base espacial comandada por marcianitos ubicada en las costas de Altamira era la que ejercía la fuerza o influencia para que los ciclones no pegaran en la zona (¿de qué otra forma se podría explicar uno que el Gilberto se desviara de Tampico y acabara pegando en Monterrey?) y estos días la polémica giraba en torno a distintos escenarios ante esta situación de las lluvias:
a) los marcianitos siguen ahí y pese a las lluvias y las inundaciones iniciales la acabaríamos librando
b) los marcianitos siguen ahí PERO su poder magnético para desviar ciclones no aplica pa las lluvias, mareas altas y los afluentes del Pánuco
c) los marcianitos se fueron hace tiempo ya y por eso fue QUE TEMBLÓ el año pasado en Tampico (lugar que no se caracteriza por actividad sismíca alguna) cuando su nave espacial se fue de la playa altamirense, y es por eso que estamos susceptibles a lluvias, inundaciones, ciclones, tsunamis y demás tragedias que involucren agua.
Pero ojalá todo fuese tan simple como creer en marcianos viviendo en nuestras playas. La verdad es que, pese a que suene horrible esto del lugar común, los estragos del cambio climático se dejan ver de forma más frecuente e impactante en eventos que ya hemos tenido antes pero no en esta magnitud.
Por primera vez en mucho tiempo volvieron a salir el montón de recuerdos e historias de lo que pasó en el '55 con el ciclón Hilda y en el '88 con el Gilberto, sólo que esta vez en casa no estábamos tan preocupados por la provisión de víveres sino por subir todo lo posible al segundo piso y lo demás (muebles grandes, refri, lavadora) dejarlo abajo montados en camas de blocks. Aunque Andrés hace caso omiso de la histeria colectiva en favor de su lógica e instinto, no dejaba de monitorear cada tanto el nivel del agua dos calles más abajo, e igual se sacó de onda la noche en que vimos a los de la CFE cortando la luz en la mitad de la colonia (creímos que ya era seguro que abrieran la presa del Chicayal sin avisar, pero al final no, nomás fue precaución). Ni qué decir de todos los que sin empeorar las cosas ya se vieron afectados por los actuales niveles de agua, los que ni siquiera tuvieron tiempo de sacar algo porque no se lo esperaban, y quienes año tras año ya saben que esto va a pasar y perdieron una vez más sus pertenencias y su patrimonio.
Pese al interés de las autoridades por actuar ante esta situación, lo que más me molesta de estas cosas es todo el protagonismo de los alcaldes y del gobernador que se enfundan en su papel de salvadores temerarios a quienes no les importa mancharse de lodo en sus recorridos. Sí, muy loable, eso y la respuesta rápida. Lo malo es cuando sólo queda pa la foto y cuando nomás se busca tapar el pozo cuando el niño ya se ahogó. La verdadera responsabilidad, creo, radica en trabajar a futuro por evitar que esto suceda de nuevo, pues todo indica que la cosa así va a seguir en los años por venir.
No me voy a poner a sermonear sobre el problema de fondo que implica hacer caso omiso de los asentamientos irregulares en zonas peligrosas, porque eso es algo que pasa en todos lados y que implica un verdadero proyecto de planeación urbana de largo plazo, independientemente de las lluvias o no (y que buena falta le hace a la zona conurbada de Tampico); pero sí quisiera llamar la atención sobre la nueva monedita de oro con la que se están engolosinando los alcaldes de la zona y el gobernador de Tamaulipas, respecto al llamado Proyecto Tamesí, así, como de la responsabilidad que tiene el gobierno federal al respecto. Échenle un ojo a esta nota de Cristina Gómez, de Milenio Diario de Tampico, donde el presidente del Consejo Consultivo de la Sociedad Mexicana de Ingenieros y Arquitectos explica la naturaleza del problema de estas inundaciones y lo limitado que resulta el mentado proyecto (esta otra nota detalla un poco más sobre la idea de los diques en el Tamesí).
Y no es por vil paranoia, pero ¿qué incentivos tienen los gobernadores para promover un proyecto más completo, pero de largo plazo, que muy probablemente no termine en su sexenio; o para compartir su proyecto y atraer recursos e inversión a otros estados en conjunto cuando lo pueden limitar y se lo pueden quedar para ellos solitos y llevarse, de paso, todo el crédito?
2 comentarios:
termine apenas de leer la primera pagina de tus post. Y me gustaria resaltar: la congruencia del titulo de tu blog y los contenidos de los post.otro, me es dificil hacer un comentario sobre lo que escribes, ya que escribes sobre ti en la mayoria y eso esta bien. es agradable leer los pensamientos de las personas y mas si son con ese tono entre humor negro e insight constante. mas, tu forma de escribir es bastante limpia. habilidad que no me canso de admirar.
no pues ahora soy yo la que agradece tu tiempo para darte una vuelta por acá, Javier; y gracias por tus comentarios tan positivos, pese al egotismo que rodea a este blog ;)
un saludotote!
-Karina.
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