viernes, julio 11

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creí que me iba a apachurrar todavía más, pero al final fue bueno. Una salidita casual al café-bar de siempre y una serie de comentarios misceláneos, como siempre. Y así como que no quiere la cosa que van saliendo dos que tres ideas de esas que suenan simples pero que son complejas, dos que tres verdades que no pecan pero cómo incomodan, dos que tres realidades que estaban ahí nebulosas o tan persistentes de ésas que ya casi raspan la nariz pero no queremos ver, y pues así, que van saliendo. Y ahí voy poniendo mi jeta ésa de sí, ya lo sé, pero... Pero la verdad es que siempre escucho y siempre le doy mil y un vueltas a todo, aunque a veces parezca que no. Llegué y pese a mis constantes desvelos no pude dormir. Después soñé mucho, esa rara canción incluída. Dormí poco pero me desperté en paz. Y de buenas. Con el ánimo relajado, con cierta seguridad y aplomo sobre por dónde va la cosa, por dónde me he de mover. Un primer paso natural fue volver a leer ese correo del terror, y luego retomar mis redes sociales de allá ahora que me vuelvo, y enfrentar esa realidad que no quería, y no por miedo, sino por indeseada. La otra es bajar a desayunar y ser cortés y reír de nuevo. Lo último fue tratar de entender esto que me ha llevado años de entender y sé que no puedo, me pongo triste porque quiero a Andrés y no quiero que sufra. Pero yo no puedo hacer mucho para evitar que pase lo que pasa más que quererlo mucho y ser honesta con él. Aunque siga sin poder entender y aunque me dé rabia que existan mujeres que se pasan la vida envenenando el alma de sus hijos.

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Quiero que estés bien abuelo. Quiero que la próxima vez que te vea llegues riendo como la otra vez mientras dices ya casi no me contaban, ya me estaba yendo y regresé. Quiero tenerte en casa una tarde y prepararte tu cafeíto con leche. Quiero escuchar esas historias interminables que parecen inventadas pero que brotan sin cesar de tu memoria. Quiero escucharte llamándome Caína, Caínita; aunque me incomoden tus comentarios de porqué no estoy casada a mis 26, porque al final siempre acabo riéndome. Quiero que estés bien. Quiero que estés bien. Quiero que estés bien. Lamento haber aprendido a quererte ya tan tarde, abuelo.

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