Vuelvo a casa, a retozar las raíces de manglar.
Agua, necesito agua, sol y humedad.
Agua, necesito agua, sol y humedad.
Cuando vi esta imagen sentí que nada me describía mejor: nómada, vagabundo, que carga consigo todo cuanto tiene; autónomo pero no siempre libre, los finos hilos de plata siguen atado a los recuerdos. Lamento no haber podido conseguir ninguna reproducción de esta pintura.
Caminé mucho, muchísimo, casi siempre sin rumbo definido, así nomás, dejándome llevar. Casi siempre vuelvo a los mismos lugares, pero nunca vuelve a ser igual. Hay calles que ya no son mías, porque fueron nuestras; pero en todas ellas me sigo reconociendo y saltan sin cesar una memoria tras otra. Ver todo tan igual o tan diferente es otra manera de encontrarse.
Busqué explicaciones a este silencio y supe que es en vano. Aún peor que las despedidas es la falta de ellas, pero me voy tranquila porque los sueños me ayudan a decir adiós.
La voz del silencio es el nombre de esta escultura que me topé en el jardín del MAM hace casi una semana.
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