Sabía que hacía lo correcto cuando me negué a ir a leerme las cartas esta vez; lo sabía aunque no sabía porqué.
La última vez que me sentí así fue hace tiempo, en una de esas rachas en que todo parece salir a pedir de boca, en que uno se siente feliz; lo único que quería era vivir y dejarme sorprender, sin ningún tipo de predisposiciones. También, aún más tiempo atrás, había concluído que cuando uno es feliz no puede escribir; en un arrebato de frenesí incluso pensé: ya no escribo, VIVO mi poesía.
Sólo que esta vez no se trata precisamente de felicidad, pero sí de un evento que transforma vidas de maneras tan crueles como plenas e inesperadas. Yo, que siempre he vivido aferrada al pasado y tratando de planear el futuro, nunca antes me había sentido con tanta necesidad de vivir intensamente mi presente, esta hora, hoy.
Nunca me había sentido a la vez tan afortunada como desdichada; ése es uno de los grandes misterios del amor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario