miércoles, febrero 3

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Después de dar muchas vueltas y ante la falta de tiempo para ir a donde los libros usados o la biblioteca (la lluvia nos limita a veces de forma considerable a ciclistas y peatones, aunque, aparentemente, no a los beisbolistas....), decidí volver a mi biografía de Gaudí. Estaban por ahí en dos diferentes montones, un par de colecciones de cuentos y tres novelas, pero como bien dice D, entre libro y libro leído siempre hay por lo menos un par abandonados (cita no textual). Quise terminar oficialmente mi edición en español de Esto parece el paraíso, pero para saber de opiniones de libros o autores prefiero las de mis amigos, así que decidí postergar indefinidamente la lectura del epílogo de Rodrigo Fresán. Terminé la novela hace dos semanas y me quedé sorprendida. Para empezar me dijeron que lo escogieron con cuidado por aquello de que soy una caprichosa que no puede con Cervantes, ni con historias en el mar y a quien no le gustó la peli de Slumdog millionaire, y pues bueno, tener de obsequio un libro que lleva detrás tal proceso de selección es como si llevara la dedicatoria incluida. Sabía lo vaca sagrada que es Cheever y por eso quise leerlo con cuidado, pero en realidad lo que me sorprendió fue la extensión de la novela, sentí que era un joyita que tenía que saborear lentamente, yo que cuando me emociono leo toda encarrerada. Así que me tomé mi tiempo y me fui palabra por palabra, sencillito y potente el libro, como un buen café espresso, que si quieres disfrutar no te lo puedes tomar tan así de un sorbo. Quiero leer sus cuentos ahora, pero, sobre todo, de Cheever me ha quedado esa sensación de que me hubiera gustado conocerlo en vida, ese cosquilleo que me provocan Wilde y Cortázar, vaya ud a saber por qué. En fin, dos citas seleccionadas de esta novela, la segunda, sobre todo, me parece una gran postal, y una cree entender tantas cosas...

La deseaba como amante, por supuesto, y sentía que una consumación erótica profunda y gratificante era como atisbar el alma inmortal del otro, enseñando al mismo tiempo la propia alma inmortal.

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Por estar destinadas a ser inexpugnables, las fortalezas del mundo antiguo han perdurado más que los mercados del pasado, dejándonos la impresión de que el miedo y la belicosidad eran las piedras angulares de nuestras primeras comunidades, cuando en realidad esas encrucijadas donde los hombres se reunían para intercambiar pescado por cestas, verduras por carne y oro pos esposas fueron los lugares donde aprendimos a conocernos y a comunicarnos. Parte del entusiasmo de Betsy por Buy Brite se debía quizá al hecho de estar participando en uno de los ritos más antiguos de nuestra civilización.


John Cheever, Esto parece el paraíso


(sí, tengo mucho trabajo, pero mi mente no está aquí, estamos otra vez en algo así como mood complejo de burrito Igor)

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