jueves, febrero 25

Yoshimi battles the pink robots, pt. 2

Me choca el café con saborizante, es puro dulce exagerado que ni sabe a lo que dice saber. Me gusta el café que dice que es tostado francés. Por eso voy a ese lugar por mi french roast y hoy se equivocaron, al parecer y me dieron algo que sabe a madres, puaj. Ya voy para un mes sin fumar pero mi cuerpo me pide algo así que he vuelto a dosis más altas de cafeína: dos tazas al día. No me gustan mucho las cosas definitivas, pero espero que mi asueto del cigarro dure mucho mucho tiempo, mi único motivo para una tregua de todos modos sería mi fabulosa semana de spring break, la cual como es tradición espero con ansias no por las vacaciones sino por el hecho de que es una semana sin trabajo y sin clases dedicada de lleno a hacer investigación. Finales de marzo siempre es época de deadlines para papers y mi asesor cortésmente dejó entrever que para ser un trabajo "preliminar" iba por buen camino, yo creyendo que ya hasta tenía algo de potencial para publicación :(


Me gusta regresar a casa en bicicleta por la noche, me gusta ir descubriendo los olores de las casas en la noche, mi favorito es el olor a suavizante de telas de la gente que mete la ropa en la secadora, aunque en mi calle en ocasiones he logrado identificar un cierto olor a incienso o a copal. Generalmente me choca que las calles estén tan oscuras, pero si es noche de luna llena y está despejado y se ven las estrellas es una grata sensación. A veces pienso que en una de ésas voy a salir volando con todo y bici, como el chavito en la peli de E.T.


Sí, uno crece y cambia y madura, o debería de hacerlo, aprende, lastima, lo lastiman, cae y vuelve a levantarse y todo eso, confía y desconfía, uno no es el mismo pero puede volver a creer, y la cuestión es que a pesar de todo me gusta pensar que cuando me enamoro lo hago con la misma ilusión y entrega de una adolescente. Espero que a pesar de todo nunca pierda esa capacidad de no tener miedo a hacer tonterías, que nunca deje de sentir mariposas en el estómago ni de ruborizarme y sonreír con todas estas ganas. He visto a mucha gente enamorada después de muchos años juntos y quisiera decir que sobre todo he visto así a mis padres, pero como alguna vez comenté, ellos tienen una dinámica muy suya y Andrés no es muy afecto a demostraciones amorosas en público. Cuando pienso en esto de la capacidad de enamorarse así todo lindo y cursi pero real me acuerdo mucho de la señora Conchita, la señora que hacía la limpieza en la oficina donde trabajaba para los peruanos. Ella hablaba de su esposo con tanto tanto amor y admiración e ilusión y ganas que uno le podía ver los corazoncitos revoloteando en su cabeza. Lo mejor de todo es que era un sentimiento tan mutuo. Su esposo trabajaba como taxista y a veces nos hacía el paro en la oficina o nomás se daba sus vueltas para ver a Conchita a la hora de la comida. Pocas veces he visto a gente con ese sentimiento de paz y felicidad para con la vida, gente satisfecha y feliz con lo que tiene y orgullosa de la familia que han formado y de las satisfacciones que la convivencia diaria les genera. Yo no tengo la más remota idea de qué será de mí en los años por venir, pero pase lo que pase y haga lo que haga, quiero tener la oportunidad de sentirme un día así. Y sí, escribo esto en un break de mi trabajo cuando en vez de tratar de justificar ciertas políticas antimigratorias me he clavado diciendo que los efectos reales de la inmigración son ambiguos y dependen del contexto :)


OK, lo siento, yo no quería pero me caen mal estos spams y por lo pronto me veo obligada a pedir la verificación de palabra. Una lata, lo sé, pero como suele suceder, pagan justos por pecadores (la exagerada y unos cuantos).

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