Ésta es la foto que quise tomar la otra vez y se me pasó, el saguaro ése seguía ahí, viejito y todo. Cuando me vaya de aquí para siempre iré de nuevo y tomaré la misma foto, a ver qué fue de su suerte.
Y ésta la caída principal de las Seven Falls. Yo no vi siete de todos modos y como que creo que se refieren a los niveles y no a que haya siete caídas de agua, como sea, la que sigue está seca pero dicen que en la temporada de lluvias también hay agua aquí, y que si llueve mucho muchísimo es peligroso y la gente se muere (cosa que pasó hace menos de cinco años, bueno, esa oración está mal; quise decir: es peligroso y una vez varias personas murieron llevadas por la corriente y golpéandose con las rocas).
Ésta es la roca que me protegió del sol un rato, y el agua estaba heladísima, por un momento creí que me iban a dar calambres del frío y luego de volverme a poner los zapatos y volver a caminar. Hay otras fotitos en el flickr, pero en realidad es triste porque son paisajes bellos pero el bendito sol y mi pobre camarita no nos dejan sacar fotos a la altura.
La mejor imagen decidí no fotografiarla, es como un ejercicio de continencia que a veces me gusta hacer: guardar imágenes en la memoria y los sentimientos que me provocan. Eran varias chollas (Cylindropuntia cholla), mi cactácea favorita, y unos mini saguaritos creciendo en unas rocas color arcilla con ribetes negros-grisáceos. Me gustó su organización, como estaban distribuidas, y la variedad de colores. Me gustan esos pedazos de montaña que parecen haber sido cortados con sierra, filosos acantilados, todo eso. Mhmm... soy mala para describir, quizá para la próxima mejor sí tome la foto. Pensé mucho en Andrés y todos estos lugares llenos de piedra a los que quiero llevarlo cuando venga, si es que algún día viene, y pensé en que entonces aprenderé mucho cuando le pida que me explique esas cosas, pero después recordé aquel viaje que hicimos a Monterrey hace quién sabe cuánto y a todas nuestras preguntas sobre geología él nos respondía a mi hermano y a mí: son rocas sedimentarias y ya...
J y yo somos buenas hiking partners, supongo que es el tipo de cosas que una puede concluir después de hacer un recorrido de cinco horas y cachito. Eso de hablar cómodamente de cualquier cosa y luego sacar algún tema más acá, llegado un punto de descanso en la caminata que te lleva a un poquito de reflexión, y luego no hablar absolutamente nada porque ya las piernas te duelen hasta el alma y no ves la hora de regresar al estacionamiento. Fue justo cuando veníamos de vuelta que me dijo que a veces le dan ganas de ser de nuevo una niña de diez años y pasarla bien sólo con salir a andar en bicicleta y regresar sedienta a casa a tomar limonada preparada por su mamá. Dijo que era en esa época cuando no se preocupaba por absolutamente nada. Yo respondí con una sonrisa, pero no fui recíproca con algún comentario similar. Ya después en casa, mientras tomaba un baño, me quedé pensando que mi niñez no estuvo en absoluto exenta de preocupaciones y quizá por eso no idealizo mi infancia. No obstante, pienso que mi vida hasta antes de los 22 años estuvo prácticamente libre de incertidumbres y eso hacía las cosas mil veces más llevaderas. Y es que a partir de los 22 me topé con un mundo en el que las certezas son pocas, la seguridad escasa y todas las decisiones se convierten en viles apuestas. Pensé en cantidad de cosas que no voy a escribir aquí, pero mi quasi-conclusión fue ésta: las preocupaciones son controlables pero la incertidumbre no. En realidad esto no tiene mucho sentido si uno considera que las incertidumbres nos preocupan, blablabla. En fin, palabrería; para el caso da lo mismo si uno tiene que aprender a vivir con eso :)
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La pregunta del día: ¿así como hay gente que parece no poder vivir estando sola, hay gente que no puede vivir acompañada? y con vivir me refiero a la vida, no a habitar una casa.
No sé, las asimetrías de este mundo a veces duelen, a veces desconciertan, a veces aterran.
La segunda pregunta del día (de alcances más de corto plazo, pero definitivamente más prácticos): ¿cómo es que puedo ponerme a contar mi vida aquí, pero ser incapaz de escribir una buena carta de motivos donde me eche flores y los convenza para que me den dinero?
No sé, las asimetrías de este mundo a veces duelen, a veces desconciertan, a veces aterran.
La segunda pregunta del día (de alcances más de corto plazo, pero definitivamente más prácticos): ¿cómo es que puedo ponerme a contar mi vida aquí, pero ser incapaz de escribir una buena carta de motivos donde me eche flores y los convenza para que me den dinero?
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