lunes, marzo 30

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Como casi todo mundo, supongo, tengo la cabecita atestada de relaciones imágenes-sonido que a la vez me hacen evocar un montón de momentos pasados y sensaciones. Quería escuchar esta canción de Travis, Turn, que era así como mi himno a la alegría cuando tenía 19 años, pero acabé escuchando todo el disco y podría escuchar Writing to Reach You hasta la náusea porque adoro el bajo y la guitarra en esa canción. The Man Who es uno de los discos claves de mi OST y fue un compañero inseparable en prácticamente casi todos los viajes DF-Tampico-y-de-regreso que me aventé durante toda la licenciatura. Sin necesidad de cerrar los ojos la música me transporta de nuevo a mi asiento en el autobús, a oscuras y con la cortinilla abierta, la nariz pegada a la ventana, viendo las lucecitas de colores, mirujeando hacia los edificios, los otros coches, sufriendo el tráfico de Insurgentes Norte y así hasta pasar la caseta y que todo el camino se vuelva casi negro, iluminado apenas por las luces de los otros coches y, a veces con algo de suerte, de la luna. Extraño a veces esa sensación. Se me hacían las horas eternas hasta llegar a mi destino y a la vez solía tener mucha paz; es muy raro que pueda dormir en el camino y aprovechaba para ponerle orden a mi vida aunque fuese nada más en la cabeza. Tener de nuevo un atisbo de esa sensación me tranquiliza un poco. Un poco es eso, y otro poco que hay cosas al final decido guardar en el cajón de "pensaré en eso mañana".

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