sábado, marzo 21

verde brillante

Un personajazo, buen amigo, compinche de un viaje a la aventura y compañero entrañable de un proyecto lleno de chamba y buenas intenciones, recientemente fue admitido en cierta universidad de prestigio mundial (Ivy League, Massachusetts, todo eso). Hace un rato me entero que está pensando en rechazar temporalmente la oferta. Le escribo porque creo saber de qué van ese tipo de decisiones y porqué las dudas llegan en el momento en que uno cree que menos deberían llegar; le escribo porque las distancias no me dejan poner mi mano en su hombro, ni bromear de frente, ni platicar así largo y tendido como la última vez que lo vi.
Me responde pronto, mucha fuerza y determinación, humor y fe; y éste es un cachito casi al final de su mensaje:
pero creo que si algo he aprendido en estos años es esto que dices, que cuando uno hace las cosas que considera buenas, y las hace bien, el universo conspira para que las cosas sucedan bien, siempre, claro, reservándose el derecho de sorprendernos con sus propias ocurrencias.
Delicias tan simples y tan grandes. Hasta aminoró el dolor de cabeza. Y me ha dejado con un enorme sonrisa para el resto del día. Hacía tanto que no me sentía tan segura de que, efectivamente, todo ocurre para bien.

2 comentarios:

Didac Udagoien dijo...

al fin, píldoras de autocomplacencia...

Anónimo dijo...

y sí,
algo así, supongo...

(saludos)