Éste quizá sea el último sábado que paso aquí solita en un buen rato. Digo quizá porque soy bien mula y bien arisca y no me creo nada hasta que lo tenga ya en la mano. Y porque estoy y estaré llena de ansiedades de aquí al miércoles hasta que no estemos ya los dos aquí y por fin pueda llamar hogar a este lugar.
No me molesta estar sola, me gusta, y muchas veces lo necesito. Tener el soundtrack de mi vida de música de fondo mientras limpio y ordeno me distrae y me da energías, pero dependiendo del azar, la música que me acompañe al hacer de comer me puede poner muy melacólica, sobre todo cuando cocino sólo para mí sin la intención de dejar sobras para después.
Hasta hace poco apechugué con el hecho de que estar de vuelta en el terruño me significa muy poco cuando la gente a la que quiero está desperdigada en muchos mundos a la redonda. A veces, aunque uno las quiera mucho, la gente más cercana físicamente tiene circunstancias muy lejanas a nosotros y con quienes nos entendemos mejor en este momento nos quedan a muchas llamadas por Skype a la distancia. Así que mi sábado mañanero se ha convertido en un cúmulo mensajes, correos, promesas de llamadas y coordinación de visitas a futuro.
Tacho varias tareas de mi lista de pendientes, mientras pienso de dónde voy a sacar tiempo para todo lo demás que quiero hacer porque soy bien pachorruda. Mi candidez e ingenuidad se coluden con la necedad que me sale cuando no me gusta que me digan que no y me quieren convencer de que puedo traducir un libro sólo porque creo que es bueno. Mis circunstancias me recuerdan que debo terminar de editar esa base de datos, diseñar una clase para el próximo semestre, escribir un ensayo para tratar de ser atractiva en el mercado laboral otra vez, y un correo electrónico me avisa que hay nuevas estimaciones y nuevas tablas por hacer. Todo esto me emociona. La cuestión ahora es seguir, cumplir la parte ésa del "sticking around".
En fin.
Sean felices. Tengan días buenos.
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