sábado, mayo 31

una más de sábado

Éste quizá sea el último sábado que paso aquí solita en un buen rato. Digo quizá porque soy bien mula y bien arisca y no me creo nada hasta que lo tenga ya en la mano. Y porque estoy y estaré llena de ansiedades de aquí  al miércoles hasta que no estemos ya los dos aquí y por fin pueda llamar hogar a este lugar.
No me molesta estar sola, me gusta, y muchas veces lo necesito. Tener el soundtrack de mi vida de música de fondo mientras limpio y ordeno me distrae y me da energías, pero dependiendo del azar, la música que me acompañe al hacer de comer me puede poner muy melacólica, sobre todo cuando cocino sólo para mí sin la intención de dejar sobras para después.
Hasta hace poco apechugué con el hecho de que estar de vuelta en el terruño me significa muy poco cuando la gente a la que quiero está desperdigada en muchos mundos a la redonda. A veces, aunque uno las quiera mucho, la gente más cercana físicamente tiene circunstancias muy lejanas a nosotros y con quienes nos entendemos mejor en este momento nos quedan a muchas llamadas por Skype a la distancia. Así que mi sábado mañanero se ha convertido en un cúmulo mensajes, correos, promesas de llamadas y coordinación de visitas a futuro.
Tacho varias tareas de mi lista de pendientes, mientras pienso de dónde voy a sacar tiempo para todo lo demás que quiero hacer porque soy bien pachorruda. Mi candidez e ingenuidad se coluden con la necedad que me sale cuando no me gusta que me digan que no y me quieren convencer de que puedo traducir un libro sólo porque creo que es bueno. Mis circunstancias me recuerdan que debo terminar de editar esa base de datos, diseñar una clase para el próximo semestre, escribir un ensayo para tratar de ser atractiva en el mercado laboral otra vez, y un correo electrónico me avisa que hay nuevas estimaciones y nuevas tablas por  hacer. Todo esto me emociona. La cuestión ahora es seguir, cumplir la parte ésa del "sticking around".
En fin.
Sean felices. Tengan días buenos.

jueves, mayo 29

eternal sunshine of the spotless mind

La última vez que vi a mi abuelita Julia fue hace dos semanas. No pude platicar mucho con ella porque fue la celebración del cumpleaños de mi mamá, en el cual no había podido estar presente en más de siete años, así que estuve a cargo de la organización y el servicio, y cuando por fin me pude sentar, ella ya se quería ir. Ojalá hubiese sabido que ésa sería la última vez que la vería entera. Esta semana las cosas se complicaron demasiado rápido y ella presenta ya señales cada vez más fuertes de demencia senil. Hace dos noches mientras mi hermano me contaba los pormenores, yo escuchaba a la distancia, interactuando con una frialdad, dando datos y hechos, como si no se tratara de mi abuela, como si fuese algo que inevitablemente pasa en esta vida y que sólo queda apechugar y ajustarnos y seguir (lo cual sigo pensando), pero totalmente desconectada, como si no fuese algo personal. Dos horas después hablé con Will y fue ahí donde me rompí. No pude decir más de dos oraciones sin parar de llorar.
Estoy harta de enfermedades crónico-degenerativas que no tienen cura. Uno no sabe ni el día ni la hora en que nos toca irnos, pero cuando tienes algo así por lo menos te vas dando una idea de lo que te espera hacia el final de tus días. Es como saberlo más cerca.
Me duele por todos nosotros, que veremos a nuestra madre y abuela dejarnos poco a poco, quizá poco a poco olvidando quienes somos. Me duele por quienes planearán su vida en función de los cuidados que ahora ella necesita. Me duele porque ahora entiendo a mi papá cuando dice que es mejor morir joven y entero. Me duele porque mis hijos no podrán conocer a su bisabuela de la forma en la que yo la conocí, o no podrán interactuar con ella de la forma en la que yo fui bendecida con mis bisabuelos. Y me duele aún más porque hace un mes y medio justamente fue cuando me dijo que uno de sus regalos de cumpleaños es que pueda conocer a mis hijos. Bien, como si no necesitara más motivos para alimentar mis ansiedades respecto a esta maternidad que no sé si va a llegar.
Quizá la única cosa buena hasta ahora es la llamada de mi madre anoche, contándome, entre otras cosas, que mi abuela la despertó en la noche para decirle: "qué lindo está el hijo de Karina y Will, qué lindo, pero el que viene lo estará aún más".  Y mi querido Will, que se vuelve optimista para darme ánimos, me dice que lo vea como un presagio, y si no al menos, en su mente, mi abuela ya ha conocido a sus bisnietos que tanto anhelo tenía por conocer.
Pero yo no sé. Yo sigo con el miedo de perderla poco a poco. A veces eso parece lo peor. Y por mientras, entre tantas cosas, la vida sigue.

jueves, mayo 22

for better or for worse

Hoy fue mi día malo del mes, aquél cuando me siento blue y algo down, sin interés en general y totalmente incapaz de concentrarme en algo. Aún así me forcé a trabajar por un rato editando mi nueva base de datos y emprendí la caminata de regreso a casa ante la imposibilidad de correr (estoy guardando mi energía y sigo reposando mi cadera para la carrera del domingo) pero la lluvia me agarró de nuevo de camino y tuve que tomar el autobús.
La lluvia ligera acabó en tormenta, y me hizo recordar lo mucho que me asustan las tormentas. Los truenos me ponen nerviosa. No me gusta que me toque una tormenta estando sola. La peor que recuerdo fue una vez en mi primer año del doctorado. Una tormenta eléctrica me parece fuera de la temporada de monsones, y que duró por horas, una buena parte de la noche. Lo peor fue que se fue la luz (la única vez que me quedé sin luz en los seis años que me aventé en Estados Unidos) y no tenía velas ni nada y del miedo me quedé dormida en el sofá de la sala. Esta vez no fue tan mala y la luz no se fue, pero igual me da un pelín de miedo.
Aprovechando la lluvia y mi estado de ánimo puse una película. Blue Valentine estaba en mi lista desde hace un buen rato. Me gustó la música, las tomas, la dinámica entre Michelle Williams y Ryan Gossling (oh, Ryan Gossling, que no es mi tipo, pero cómo hace que me tiemblen las rodillas en algunos de sus papeles), y quería que la historia me gustara, pero nunca pude entender el meollo de la historia, lo que sería la verdadera razón de su separación. Verán, yo tiendo a ser una problem solver y si veo un problema no me gusta darle muchas vueltas sino enfrentarlo de una forma u otra, si no por lo menos comprenderlo antes de intervenir. Y nunca pude entender en dónde estaba todo su desencanto. La película cuenta toda su historia desde que se conocieron hasta que se casan, pero nunca cuenta lo que pasa en sus años de matrimonio. Y es ahí dónde no me trago la historia ni el final, porque las peleas son sólo gritos sin sustancia. Ni siquiera hay acusaciones, sólo insultos y una que otra disculpa o súplica.
Y no sé porqué esto me molesta algo. Quizá es que, como bien comentó Seth Rogen sobre la intervención de su esposa cuando escribía el guión para Neighbors, Hollywood sobreexplota la idea de los matrimonios como un martirio en donde sus dos partes son miserables, y entonces tenemos todos estas representaciones de matrimonios fallidos (paradojicamente, para muestra otro botón: Take This Waltz, otra peli de matrimonio fracasado donde el esposo es Rogen y la esposa Williams). Quizá es porque simplemente no le pude encontrar la lógica a la trama y me quedé con la sensación de que me cortaron unos veinte minutos de película. En fin. Quizá ya me estoy volviendo una vieja refunfuñona.






sábado, mayo 10

sábado después de mediodía

Por fin un sábado en casa sin compromisos. El edificio está en silencio, quizá todo mundo salió a festejar a sus mamás. Llueve un poco, así que puedo tener la persiana que da al jardín abierta, sin tener que preocuparme por todos aquellos que traen a sus perros a hacer sus necesidades y que sinquererqueriendo siempre echan un ojo al interior de esta casa. Está nublado así que la sala está casi a oscuras, pero me gusta. Tengo el tazón con fideos calientes y una salsa de tomate con atún, simplezas culinarias que salen en un ratito con lo que sea que hay en la despensa y en el refri. Con este ir y venir sólo compro lo necesario para no dejar nada que se eche a perder. Me siento orgullosa de mí misma cuando resisto la tentación de salir a comprar algo o de traerme algo congelado/empaquetado/prehecho por flojera.
Muchas veces los sábados así solita me apachurran un poco, pero hoy no es así. Después de un viaje muy demandante pero también muy reparador, aprecio el silencio y así disfruto más la esperanza de que esta espera quizá ya no dure más. Quizá, por fin, el día que tanto hemos ansiado habrá de llegar pronto.Y así, después de meses de espera e incertidumbre, volveré de nuevo a mi hogar.