jueves, julio 25
Aferrarse a la luz
Tengo 31 años y aún me da miedo la oscuridad. Miedo de verdad, de requerir compañía para ir al baño o "al arbolito" si estamos al aire libre o si se va la luz en la casa, de necesitar que alguien esté cerca y me haga plática y todo eso. Así que me siento culpable por el 40% de los focos encendidos mientras trabajo de noche, pues necesito iluminar todo el camino que va por las escaleras hasta la cocina, atravesando por la sala de estar. Nuestro hogar temporal es más grande de lo que necesitamos, y aunque es un magnífico lugar para descansar, es poco práctico cuando hay tanto trabajo pendiente por hacer. De madrugada me pongo extremadamente sensible con los ruidos y hasta con las vibras, y hay cierto punto en el que mis nervios están de punta. Pero también de madrugada es cuando de verdad encuentro esa concentración como la de los caballos que tienen los ojos cubiertos a los costados. Todo esto se ha vuelto tan caótico que me sorprende que todavía haya días en que me paralice la desidia y el miedo a echar todo a perder. Temor debí haber tenido de que acabaría así, corriendo y haciendo en dos semanas lo que uno debería hacer mínimo en dos meses. Aún no sé cuál será el desenlace de todo esto, pero de tanto en tanto me acampaña algo de paz, y prefiero no cuestinarlo demasiado porque es lo que necesito para seguir y enfrentar lo que venga, que fácil no se ve.
lunes, julio 15
Podría unir mi vida uniendo casualidades
Estoy esperando la casualidad de mi vida, la más grande, y eso que las he tenido de muchas clases.
Me han arruinado muchas películas, pero no ésta, sigue siendo una favorita incondicional.
Algún día voy a aprender que puedo estar tranquila, que puedo confiar. Dios aprieta, pero no ahorca. Sólo hay que tener paciencia, y trabajar duro y constantemente, que los cambios y las oportunidades llegan cuando menos uno se lo espera. Así que aquí voy una vez más, de vuelta a las andadas, versión turbo.
Me impresiona cómo a veces una simple remota posibilidad pueda llenarnos de tanta esperanza.
Sé que suena cursi pero es cierto: me encanta que la vida me sorprenda (con cosas buenas, obviamente).
Me han arruinado muchas películas, pero no ésta, sigue siendo una favorita incondicional.
Algún día voy a aprender que puedo estar tranquila, que puedo confiar. Dios aprieta, pero no ahorca. Sólo hay que tener paciencia, y trabajar duro y constantemente, que los cambios y las oportunidades llegan cuando menos uno se lo espera. Así que aquí voy una vez más, de vuelta a las andadas, versión turbo.
Me impresiona cómo a veces una simple remota posibilidad pueda llenarnos de tanta esperanza.
Sé que suena cursi pero es cierto: me encanta que la vida me sorprenda (con cosas buenas, obviamente).
lunes, julio 1
A room of one's own
Me desvelé otra vez editando tablas de resultados, ésta ha sido mi actividad constante en los fines de semana del último mes. Esta vez fue mi culpa porque de haber sido más organizada pude haberlas hecho durante la semana en vez de aventarme tal maratón, pero bueno... Entre las tantas crisis existenciales por las que últimamente atravieso, de vez en cuando me pregunto cómo es que después de tantos años sigo enfrascada en las mismas tediosas tareas de siempre, aunque a veces pienso que quizá es porque de alguna manera lo disfruto. En fin...
La película de Sex and the City 2 termina con una imagen de Charlotte pasando algo de tiempo libre en el antiguo departamento de Carrie; acorde a la historia de la película, ese lugar ahora se usa para quienes necesitan desconectarse de su vida diaria. Más o menos así me siento hoy, después de un fin de semana encerrada, aunque también tiene mucho que ver el que estemos a más de 40°C y nuestro sistema de ventilación no funciona cuando hay humedad en el ambiente... ¿había ya mencionado lo mucho que me pone feliz estar de vuelta en Arizona? Qué mal que tenga que ser en pleno verano.
Mi lugar de huída, sin embargo, no es un departamento mono, sino la biblioteca, donde el aire acondicionado es gratis, el silencio abunda y con un poco de suerte puedo conseguir una mesa en mi área favorita, que es frente al ventanal con vista a las montañas de Santa Catalina. Qué maravilla tener una mesa a la altura ideal, y sillas que son cómodas después de varias horas. Así sí da gusto trabajar. Qué mal que ahora la biblioteca de medicina haya seguido los pasos de la de la escuela de leyes y que ahora restrinjan su uso sólo a sus estudiantes. Por hoy logré colarme, pero me temo que ahora sólo podré recluirme en la biblioteca central, que también me gusta mucho, pero no tanto. Qué triste.
De cualquier manera, ahora estamos a punto de mudarnos, y comenzar la aventura de ser homeless, en el sentido de que aunque tendremos un lugar dónde vivir, será de manera temporal en una casa que es prestada por unos meses con beneficio mutuo entre las partes involucradas. Sí, este mes será tan doloroso (en contraposición a cómodo) como "emocionante", nomás tratando de cubrir con eufemismos nuestra incierta realidad. Tratando de poner fin a este proyecto de vida que he querido botar más de una vez, y tratando de mantener mi alma en paz, a pesar de que cada vez que envío un paquete de aplicación para un trabajo siento como una pequeña parte de mí como que muere. Sip, ésta es una de esas temporadas en las que lo único que queda es no mover el dedo del renglón (o sea, a seguir trabajando sin parar) y aferrarse al poder que sólo es posible encontrar en la fe de que al ponernos en sus manos, Dios provee.
Sean felices. Tengan días buenos.
La película de Sex and the City 2 termina con una imagen de Charlotte pasando algo de tiempo libre en el antiguo departamento de Carrie; acorde a la historia de la película, ese lugar ahora se usa para quienes necesitan desconectarse de su vida diaria. Más o menos así me siento hoy, después de un fin de semana encerrada, aunque también tiene mucho que ver el que estemos a más de 40°C y nuestro sistema de ventilación no funciona cuando hay humedad en el ambiente... ¿había ya mencionado lo mucho que me pone feliz estar de vuelta en Arizona? Qué mal que tenga que ser en pleno verano.
Mi lugar de huída, sin embargo, no es un departamento mono, sino la biblioteca, donde el aire acondicionado es gratis, el silencio abunda y con un poco de suerte puedo conseguir una mesa en mi área favorita, que es frente al ventanal con vista a las montañas de Santa Catalina. Qué maravilla tener una mesa a la altura ideal, y sillas que son cómodas después de varias horas. Así sí da gusto trabajar. Qué mal que ahora la biblioteca de medicina haya seguido los pasos de la de la escuela de leyes y que ahora restrinjan su uso sólo a sus estudiantes. Por hoy logré colarme, pero me temo que ahora sólo podré recluirme en la biblioteca central, que también me gusta mucho, pero no tanto. Qué triste.
De cualquier manera, ahora estamos a punto de mudarnos, y comenzar la aventura de ser homeless, en el sentido de que aunque tendremos un lugar dónde vivir, será de manera temporal en una casa que es prestada por unos meses con beneficio mutuo entre las partes involucradas. Sí, este mes será tan doloroso (en contraposición a cómodo) como "emocionante", nomás tratando de cubrir con eufemismos nuestra incierta realidad. Tratando de poner fin a este proyecto de vida que he querido botar más de una vez, y tratando de mantener mi alma en paz, a pesar de que cada vez que envío un paquete de aplicación para un trabajo siento como una pequeña parte de mí como que muere. Sip, ésta es una de esas temporadas en las que lo único que queda es no mover el dedo del renglón (o sea, a seguir trabajando sin parar) y aferrarse al poder que sólo es posible encontrar en la fe de que al ponernos en sus manos, Dios provee.
Sean felices. Tengan días buenos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)