jueves, diciembre 17

Grad Students: They are not bad people, they just made terrible life choices

Tengo la idea para este post desde el otro día, pero por X o Y razón no lo aterrizo y de todos modos la idea no se me va, así que sólo voy a incluir las tiras y algo de texto en calidad de borrador que ya actualizaré si un día nos llega la inspiración.

Esta tira está pegada en la pared de una de nuestras caballerizas en el departamento. Cuando recién entré al programa sentí que muchos ahí estábamos por razones similares y que efectivamente hay mucho de seguridad en seguir siendo estudiante por un buen rato.


Ahora después de dos años y medio la verdad es que dicha seguridad a veces es más mito que realidad. Un estudiante de posgrado apenas y gana el mínimo con prestaciones (y en todas las encuestas tenemos que tachar el recuadro del menor nivel de ingresos) y como casi todo mundo también se las tiene que ver negras para llegar a fin de mes; pagar impuestos, hacer declaraciones anuales (y dependiendo de tu sponsor muy probablemente no puedas quedarte con la devolución en caso de tener saldo a favor); criar una familia/mantener una pareja/lidiar con las presiones sociales de no tener familia o pareja; rendirle cuentas a medio mundo: asesor de tesis, director de programa, director de colocaciones, comité evaluador, sponsor, división de posgrado y santo de su devoción al que se haya encomendado para pasar los prelims/qualifyings/defensa de grado/disertación final; trabajar en fines de semana/en casa/en vacaciones/cuando se enferma o pasa cualquier tipo de catástrofe personal que suele atravesarse casi siempre cuando se tiene un deadline encima y que puede llevar a medidas tan extraordinarias como inducirse el parto una semana antes de los finales para poder tener un margen de tiempo y estudiar (ah, y es aún peor que ser autoempleado porque tampoco se tiene la cobertura de seguridad social para justificar una incapacidad y que alguien más supla tu lugar).
La seguridad no existe en esta elección de carrera, como no existe en casi todos lados. De entrada uno tiene que competir no sólo para ser aceptado en un programa sino para conseguir financiamiento y es una constante preocupación no sólo tratar de seguir los cursos, entender y aprender sino mantener un mínimo promedio para cumplir los requisitos que te pide quien sea tu mecenas que dependiendo de tu suerte te impondrá condiciones como volver a tu país de origen, imposibilidad de revocar la visa, obligación de trabajar para ellos, etc. Eso si tienes suerte y el temple para terminar, porque uno se la vive con el autoestima por los suelos y la inseguridad de que nadie sabe qué pasará al final del semestre o del deadline para presentar un paper o un examen o la defensa. Ni que decir de la incertidumbre que rodea todo lo relacionado con el mercado laboral a partir del último año buscando una oportunidad, esperando por fin los retornos a tu inversión en capital humano, que en la teoría minceriana suenan tan convincentes pero en el mundo real hay demasiadas perturbaciones que afectan toda esperanza (en el sentido estadístico, para no vernos tan cursis).


Creo que la manera de sobrevivir a este estilo de vida en un colectivo tan reducido y aislado se limita a tres opciones: el aislamiento por competencia, el aislamiento por individualismo y la cooperación. Creo que tengo suerte de estar en un departamento donde ocurre esto último; con sus bemoles claro está. Todo esto me viene a la cabeza después de dos años y medio conviviendo en un ambiente del que yo me aíslo mucho pero al que no soy ajena y en el que cada vez estoy más inmersa libre de los prejuicios que muchas veces llegué a tener hacia él (o quizá es que ya me amoldé, difícil distinguir este tipo de endogeneidades). Me he sentido conmovida ante el interés y la preocupación de mis profesores hacia mis compañeros del 5to año que están preparando sus aplicaciones para el job market y del seguimiento que dan a nuestros progresos en general; he aprendido cantidad en las presentaciones informales en donde igual te dan comentarios de fondo sobre tu modelo que sobre tu redacción de un título o el orden de las diapositivas. Pero sobre todo he quedado sorprendida de los lazos que nos unen y que hacen de este encuentro una jornada extraordinaria en la que no importa la hora o el trabajo pendiente de cada quien, hay amigos que se ofrecen a ayudarte a calificar la pila de tareas y exámenes que debes entregar el mismo día que presentas un examen final oral o que se ofrecen a cuidar a tu grupo en tus últimas semanas de embarazo, que se preocupan por ti el día de la defensa de grado, que llegan temprano en la mañana después de una desvelada mortal sólo para prestarte una calculadora, que dejan lo que están haciendo para escuchar la perorata de tus quejas o traumas o tu recital de teoremas de convergencia o para resolver tus dudas, o que te convencen de ir al gimnasio o ver un juego de futbol o jugar videojuegos o tener un maratón de teleseries con tal de que te desestreses un minuto o le bajes a la adrenalina después de un deadline o un final.
Uno puede ver desde fuera a un grupo de veinteañeros/treintañeros como eternos estudiantes de posgrado inmaduros, mantenidos, traumados, clavados o hasta raros, pero no lo somos. Somos personas como todas las demás, con nuestras propias tribulaciones y nuestro corazoncito. Así que ubique a su estudiante de posgrado más cercano, véalo con otros ojos, abrácelo y déle palabras de aliento, aún sin razón aparente. Le aseguro que siempre tendrá un deadline por el cual estar preocupado y se lo agradecerá.
:)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo tengo mi estudiante de posgrado favorito