miércoles, septiembre 2

learning by doing

Después de pasarme años debatiéndome entre el querer y el deber, hace tiempo decidí que haría lo que tenía que hacer, tal cual lo que yo quería y como yo lo quería, sin importarme lo que dijeran los demás, pero eso es definitivamente mil veces más fácil decirlo que en verdad hacerlo y a cada paso que daba volteaba a ver la reacción de los demás para saber si iba por buen camino, si era aprobada, disculpada o al menos tenía un mínimo de críticas. Supongo que eso en alguna medida no se me quitará, en principio por ser humana y luego por ser libra. No obstante llega también un punto en el camino en donde uno se da cuenta que detenerse a averiguar si los demás aprueban lo que uno hace es una perdedera de tiempo y una fuente más de incertidumbre, así que no queda más que moverse y trabajar. Trabajar y trabajar y guiarse por el criterio propio y ser prudente y saber consultar y escuchar y discutir y deshebrar las dudas y tratar de entender la propia intuición. Al final de la historia la recompensa es la tranquilidad de cumplir con ciertos estándares pero haber sido fiel a lo que uno quiere hacer y lo que en verdad le interesa con pasión, independientemente de las circunstancias. Ni siquiera esperaba que todo lo demás llegara "por añadidura", simplemente no esperaba nada. Pero llegó. Y entonces pensé que ahora tendría que trabajar para no dormirme en mis laureles, para "demostrarles que ...", para demostrarme que esto no era una llamarada de petate, etc. Después de darle vueltas a esto por un rato, acabé por concluir que no es necesario demostrarle nada a nadie porque eso es banal y vacío, que lo importante es hacer lo que uno tiene que hacer y entregarse a ello, por pequeñito que sea. Y teniendo la oportunidad, la libertad, de trabajar en lo que a uno, por el momento, le gusta, no veo por qué no hacerlo. Y ya :) --aunque una vez más compruebo que mi cabeza no está hecha para trabajar antes de las 11am.

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