Decidí dejarte ir, Amor, aún a costa de mí misma.
Ya no era nuestro tiempo, Amor, tú querías irte.
No te pude retener.
Coqueteaste de nuevo conmigo, Amor, y jugamos un rato,
a no caer, a endulzarnos los últimos días,
a engañarnos a que no habría mañana que importara, sólo hoy.
Pero caímos, Amor, contigo no se juega.
Nos doliste, nos separaste.
Tú nos tenías otros planes.
Te sufrí calladamente, Amor, y con mansedumbre estaba determinada a esperar a que aparecieras de nuevo en mi vida.
Pero me hacías tanta falta, Amor, y me quedé sin paciencia.
Entonces me cansé y me recordaste, duramente, Amor,
que dueles, y dueles mucho, en las palabras que se dicen, y en las que no.
Me hiciste llorar por última vez la noche de un viernes.
Y un día de pronto creí reconocerte, otra vez,
en una sonrisa que no he visto, en un abrazo que aún no me das.
Quiero esperarte, pero no eres claro, Amor:
nunca llegas del todo, pero nunca del todo te vas.
(Junio, 2008)
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