viernes, diciembre 28

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Buen día el de hoy. Me levanté temprano, desayuné con mis padres, avancé un poco revisando unos papers que conseguí para ver si puedo definir un tema de investigación para mi trabajo del próximo semestre, comencé a leer una antología de cuentos de José Revueltas (con un prólogo de José Agustín que no me gustó -recargado de calificativos que dicen nada-), fui a practicar eso de conducir un auto, tonteé un rato con mi hermano y al final fui a tomar café a casa de mi abuelita.
Día bastante familiar a fin de cuentas y eso lo disfruto mucho. Quienes me conocen bien saben que soy una persona muy apegada a mi familia y cuando entro en confianza puede que no pare de contar historias sobre ella (y la verdad es que personajes excéntricos e historias enredadas abundan en mi familia), y saben eso de que cuando me jubile me dedicaré a pintar acuarelas y a escribir una serie de relatos sobre el montón de cosas que me ha tocado ver y vivir con las personas con quienes comparto apellidos.
La cosa no siempre fue así, durante mucho tiempo me costó entender las dualidades que veía en casa y el montón de ambigüedades entre las que crecí, además de un enfrentamiento entre los diferentes medios en que me desarrollé. Nada especialmente extraordinario, pero en su momento sí fue algo contradictorio para mí. Por poner algunos ejemplos simples: por un lado la familia de mi madre es fervorosamente católica, creyente y practicante, y en la de mi padre hay ateos, testigos de Jehová, adventistas, cristianos, valemadristas, católicos y demás; mis abuelos maternos estuvieron casados hasta que la muerte los separó, mis abuelos paternos están divorciados, mi abuela contrajo segundas nupcias y mi abuelo ha tenido hijos con alrededor de siete mujeres y una segunda esposa con quien tiene una hija menor que yo; vengo de una familia trabajadora, donde lo mismo hay carteros, campesinos, secretarias, mecánicos, que ingenieros, cirqueros, prestamistas, taqueros, usureros, dealers y administradores de ferias itinerantes.
Esto en realidad no es la gran cosa, pero cuando de niña jugaba con los hijos de los amigos de mis papás, sentía una diferencia sustancial en su forma de vida y la mía; cuando estaba en secundaria o durante el primer año de prepa, esto se hizo muy evidente, pues convivía con gente que había nacido en buena cuna (je). Para acabarla yo me llevaba fatal con la familia de mi padre, me peleaba todo el tiempo con mi abuela y trataba de alejarme de todo eso, negando en lugar de tratar de entender. Fue en una visita de mi abuelo Tano y en las largas conversaciones con mi abuelita Julia que me di cuenta de la riqueza de historias con las que contaba y en la importancia de aprender de todas las circunstancias que la vida nos presenta. Me siento muy orgullosa de mi familia, a pesar de todos sus espantosos defectos, y con todas sus maravillas.
Pensaba en todo esto camino a casa, después de echar el chisme con mis tías, reír con las ocurrencias de mi abuelita y jugar con J, uno de mis primos más pequeños. La pasé muy bien con J y me sentí feo que hiciera drama porque me iba. Este año que nacieron los bebés de 2 amigos míos (y en particular con I, la hija de Fer a la que me une un cariño muy especial) se desató en mí un sentimiento maternal bastante fuerte (pese a que un amigo mío decía que no era algo evidente en mí). La verdad es que no tengo paciencia con los bebés pequeñitos, en la vida he cambiado un pañal o me han dejado un niño a mi cuidado; a veces me preocupa porque pienso que no tengo instinto para eso, pero una vez mis amigos abogados dijeron que no me preocupara porque soy mujer y estoy programada para eso (¿? - sí, suena como feo, pero espero que tengan razón). Pero con los niños más grandecitos, cuando ya hablan y juegan y preguntan cosas la paso increíble. Me choca eso de hablarle a los niños chicos con cursilerías o con voz en falsete y esas cosas, me gusta jugar con ellos y observarlos y maravillarme con su inteligencia y ver cómo van entendiéndose con el mundo, es impresionante. A veces pienso que me gustaría ser como Jo March y tener mi escuela como en Little Men, o ser como la señora March y tener mis cuatro hijos, un perro labrador y dedicarme a ellos. Pero ya veremos qué pasa al final.

1 comentario:

MentesSueltas dijo...

Les dejo un profundo deseo de paz interior,
energia y amor para estas fiestas.
Aprovechemos estos momentos de reflexiòn para
agradecer todo lo que tenemos.
Compartamos y ayudemos al que sufre.

Los abrazo con mi afecto de siempre.

MentesSueltas