The world forgetting, by the world forgot.
Eternal sunshine of the spotless mind!
Each pray'r accepted, and each wish resign'd.
"Eloisa to Abelard", Alexander Pope.
Me traje mis dos historias de amor más favoritas, las dos características para mí más definitorias del amor representadas en dos películas. Eternal Sunshine of the Spotless Mind me significa el proceso de domesticación que es quizá la más maravillosa experiencia de la vida compartida (pienso que es en sí misma La Experiencia). Los Amantes del Círculo Polar incluye toda la magia de la voluntad de dos almas que quieren estar juntas; quienes dicen que es demasiado inverosímil porque en el mundo real no es posible que existan tantas coincidencias, no saben de la confluenciencia de voluntades de dos personas que en verdad quieren y necesitan estar unidas.
Ambas películas las había evitado desde hace tiempo, pero ahora quería verlas, quizá desde otro ángulo. Apenas he vuelto a ver Eternal Sunshine, que era la que más me conflictuaba y es bueno verla de lejos, verla sólo como un espectador. Así como el niño que le pregunta al búho sobre el número de chupadas que hay que dar para llegar al chiclocentro de una tutsi-pop (uno de mis misterios favoritos también, por cierto), solía preguntarme cuántas oportunidades tenemos para intentarlo de nuevo, cuánta fe es natural y necesaria para comprometerse a que las cosas puedan funcionar, y me gustaba que esa historia retratara todo en lo que yo creía y que tuviera un final feliz como el que yo quería. Esta vez vi todo eso como lo que es, una historia nada más, una historia ajena ciertamente, y me llamó más la atención todo el proceso de construcción de una relación sobre los cimientos de nuestra imperfección humana mediante la magia del conocimiento mutuo.
*
La palabra domesticación no me gusta en sí misma, pero me maravilla lo que implica, su significado. Me resulta difícil creer que extrañe cierto cielo, el frío de los últimos días, la caminatas en el mismo radio de siempre, las charlas irregulares y mi indulgencia ocasional con un costoso café dulce; dudo a veces que sea algo en común, pero siempre he creído que es bueno tener imágenes, olores y recuerdos agradables de cada lugar en el que estamos, por muy circunstanciales que a veces sean las cosas (lo ideal, no obstante, es que no lo sean), o por corto que sea el tiempo que podemos compartir. Domesticar no tiene que ver con el amor romántico necesariamente, baste decir que esta idea la aprendí de el Principito y su amigo el Zorro, y puede que tampoco tenga que ver incluso con personas.
*
Ah, pensando en este drama que tenía con las palabras me acordé de Jaime Sabines y uno de sus poemas, que no es necesariamente lo que tenía en mente, pero a veces he creído tan cierto y me gusta mucho y me dan ganas de incluirlo aquí:
Ambas películas las había evitado desde hace tiempo, pero ahora quería verlas, quizá desde otro ángulo. Apenas he vuelto a ver Eternal Sunshine, que era la que más me conflictuaba y es bueno verla de lejos, verla sólo como un espectador. Así como el niño que le pregunta al búho sobre el número de chupadas que hay que dar para llegar al chiclocentro de una tutsi-pop (uno de mis misterios favoritos también, por cierto), solía preguntarme cuántas oportunidades tenemos para intentarlo de nuevo, cuánta fe es natural y necesaria para comprometerse a que las cosas puedan funcionar, y me gustaba que esa historia retratara todo en lo que yo creía y que tuviera un final feliz como el que yo quería. Esta vez vi todo eso como lo que es, una historia nada más, una historia ajena ciertamente, y me llamó más la atención todo el proceso de construcción de una relación sobre los cimientos de nuestra imperfección humana mediante la magia del conocimiento mutuo.
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La palabra domesticación no me gusta en sí misma, pero me maravilla lo que implica, su significado. Me resulta difícil creer que extrañe cierto cielo, el frío de los últimos días, la caminatas en el mismo radio de siempre, las charlas irregulares y mi indulgencia ocasional con un costoso café dulce; dudo a veces que sea algo en común, pero siempre he creído que es bueno tener imágenes, olores y recuerdos agradables de cada lugar en el que estamos, por muy circunstanciales que a veces sean las cosas (lo ideal, no obstante, es que no lo sean), o por corto que sea el tiempo que podemos compartir. Domesticar no tiene que ver con el amor romántico necesariamente, baste decir que esta idea la aprendí de el Principito y su amigo el Zorro, y puede que tampoco tenga que ver incluso con personas.
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Ah, pensando en este drama que tenía con las palabras me acordé de Jaime Sabines y uno de sus poemas, que no es necesariamente lo que tenía en mente, pero a veces he creído tan cierto y me gusta mucho y me dan ganas de incluirlo aquí:
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? Nofragmento de "Espero curarme de ti", de Juguetería y Canciones en Yuria (1967).
es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se
puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado
sobre la tierra y se les puede prender fuego.
Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado.
Y también el silencio. Porque las mejores palabras del
amor están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo
del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero
cuando digo: "qué calor hace", "dame agua",
"¿sabes manejar?", "se hizo de noche"...Entre las gentes,
a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho "ya es tarde",
y tú sabías que decía "te quiero".)
3 comentarios:
a riesgo de que filtre ciertas emociones despues de leer esta entrada...
mejor me quedo con la frase más simple de estas fechas:
feliz año nuevo!
gracias Javier!
Un abrazote cargado de muchos buenos deseos para ti :)
que este próximo año sea en verdad extraordinario!
(ah, además ya me acuerdo que antes habíamos comentado algo de esta película española)
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