Prueba superada.
Y por primera vez siento que no fue gracias a que renuncié a una de mis disminuidas vidas de gato.
Pero es hora de volver a empezar, porque en el almuerzo de hoy casi ni comimos nomás de saber la que nos espera.
Es difícil creer que casi cuatro años han pasado. Y por como se ve, y según nos cuenta la experiencia ajena, el quinto año es lo más peor. Pero así es esto. Qué miedito.
Según dicen en Walden Dos (libro del que supe, por supuesto, gracias a Daniel, que tiene un libro de próxima publicación, Walden Tres, y que si alguna vez lo ven, cómprenlo porque les garantizo que les gusta), es óptimo trabajar cuatro horas al día y el resto dedicarlo a otras actividades enriquecedoras. Y yo pensé que sonaba sensato y que podría ser, porque a veces un día frente a la computadora se traduce en unas cuantas horas productivas nomás.
Pero zas, que luego leo a otro Daniel (Hamermesh) en una de sus cartas/papers lleno de consejos a jóvenes economistas, y él recomienda una semana laboral de al menos 60 horas de trabajo, para poder balancear responsabilidades académicas/de enseñanza con los intereses de investigación...
Sesenta horas.
Que muy probablemente ya las trabaje, pero así contadas suenan a que se me va la vida entera sentada frente a un escritorio.
Bien dicen por ahí: la vida es una perra, porque si fuera una puta sería bien fácil.
Pero bueno, aún con eso, sean felices y tengan días buenos.
Besitos.
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