jueves, abril 18

Arrrooozzzzz

Algo tiene de noble y bello un buen arroz. Y es que es todo un arte hacer un buen arroz. Firme, pero esponjosito. Que no se pegue ni se bata. Que tenga un buen balance de sabor y un buen aroma. Podrá haber muchas comidas finas y complicadas, pero la belleza del arroz radica en su delicada sencillez. El arroz es uno de mis alimentos favoritos, y uno de los que ya cada vez como menos, por aquello de los carbohidratos y porque mi arroz favorito es la variedad de Basmati, y no el arroz integral que es al menos más sano, así que lo consumo menos, pero lo disfruto más.
Hay varios arroces memorables para mí. El de una señora en Tepletixpa hace muchísimos años que sabía a gloria, una vez que con la familia de Sonia nos invitaron a comer. Arroz rojo con verduras hecho en cazuelas de barro, y acompañado de pollo entomatado con flores rojas. El de la esposa de Y. hace casi cinco años, en una cena para celebrar el fin del Ramadán. Era un arroz con un tenue color amarillo, y súper aromático, con buen cuerpo, firme. No podía dejar de comerlo, a pesar de que había muchísima comida, y todo delicioso. Yo era la única mujer en el grupo de invitados, y la esposa de Y. no hablaba nada de inglés, así que se quedó todo el tiempo en la cocina sin que Y. hiciera algo por integrarla. Finalmente me acerqué a ella, sin saber que ella sólo hablaba bengali, para preguntarle sobre su receta del arroz, pero ella no quería hablar conmigo. Finalmente Y. intervino y fungió como traductor. El ingrediente secreto era comino en polvo, y algo más que no supimos traducir. Al final Y. nos dijo que teníamos que llevarnos la comida restante a casa, el trabajo de casi una semana entera cocinando, pero por alguna razón no nos estuvo permitido llevarnos arroz.
Mi arroz favorito muy probablemente es el que hacía mi mamá antes, arroz rojo a base de 3 cucharadas de puré de tomate Del Fuerte y dos-o-tres dientes de ajo recién machacados en el molcajete, con zanahorias en cuadritos y chícharos recién desenvainados. El secreto es el ajo recién machacado con un poquito de agua para limpiar el molcajete y del molcajete directo al cazo. Fue así como a los ocho años me quemé las manos con el vapor producido (y porque el molcajete era tan pesado que no podía nada más tirarlo así en el piso al instante), y la razón por la que a partir de entonces me negué rotundamente a hacer arroz de nuevo (dos cosas a las que me negué rotundamente desde temprana edad: hacer arroz e ir por cervezas para mi papá). Pasaron 13 años para que volviera a hacer arroz, y no fue sino producto de la necesidad, estando trabajando en Pamal-Navil y teniendo que alimentar a un grupo de 8 personas. Desde entonces mis arroces son casi producto del azar: a veces salen bien y a veces salen mal, pero siempre me siento con ánimos de celebración cuando el arroz sale bien. Mi mamá, quien me enseñó a hacer arroz nomás siguiéndola en la cocina (porque es de esas mujeres que pueden funcionar y cocinar sin necesidad de instrucciones ni mediciones, así nada más con el puro instinto), ahora ha dejado todo su fundamentalismo culinario (de todo natural, hecho en casa, etc.) para rendirse a las "comodidades de la vida moderna", y por tanto ahora usa unos cubos sazonadores de Knorr para hacer arroz rojo. Esa ha sido una de las traiciones más decepcionantes de mi corta e intrascendente vida. Finalmente llegamos a un acuerdo, y al menos cuando yo estoy ahí el arroz se vuelve blanco para evitar mis quejas sobre el uso del supuesto sazonador. Pero eso sí: con zanahoria recién cortada y chícharo recién desenvainado.
Pequeños placeres de la vida (y memorias que vienen a la cabeza de esta mujer loca que tiende a encontrar tiempo para lavar los trastes y preparar la comida del día siguiente a principios de la madrugada).

Sean felices. Tengan días buenos.

lunes, abril 8

reminiscencias de saudade

Estaba pensando en las tribulaciones del día, de la semana, de los meses por venir... dando vueltas a lo doloroso que me resulta vivir tan lejos de la gente a la que amo, dándome de topes para organizar todo el trabajo que se está acumulando en las listas de cosas por hacer que no termino, esperando respuestas, esperando siempre... y sintiéndome envuelta en la atmósfera de antes, con la computadora, la habitación a oscuras y sólo la tenue iluminación de la lámpara de mesa (¡con base en forma de jirafa!), he vuelto a encontrarme con Pessoa y algunas de sus letras que me gustan tanto. Aquí el souvenir de hace cuatro años.